De nuevo en nombre de la muerte

[F. Enrique]

1

Ella viene a mi mente
en este recuerdo de luna
y pena,
en este sendero
de tumbas
que buscan los suspiros
en los miedos de la infancia
que se muere y agita
el recuerdo más tierno.

Si tuviera sólo un sueño
le pondría el color
del vestido que llevaba
la última vez que paseó junto al mar
entre los calendarios
del muelle derruido
aunque no lo recuerde
y sufra la falta
y arda cada noche
que llore por su ausencia.

El camino es largo
para comprender mi miedo,
demasiado hondo
para medir este dolor,
y el viento de Poniente
que refresca los montes
y mece las higueras
me lleva hacia el ocaso
donde caían los jilgueros
que buscaban el sur
en las hojas del otoño.

2

En nombre de la muerte
las sombras te llamaban,
querían hacerte oscura
para apagar tus ojos
y enamorarte de silencio
de la noche del alma
que pierde su latido
y sin pausa se alarga.

Aparta los sueños , madre,
antes que llegue la muerte
con tijeras
en sus manos descarnadas,
con sus deseos de negra
luna sin corazón,
y le diga a los vientos quien fuiste,
en que escalón olvidaste
los libros con tu firma,
que tren perdiste,
acaso, sin saberlo
y no paró en tu estación
de sueños nunca más.

Nunca más
volará la mariposa
sobre tu falda abierta
ni los perros de la tarde correrán
para lamer tu huella de caricias.

En nombre de la muerte
y entre los árboles de tu infancia,
y el pozo insondable donde cayó la noche
más lúgubre de tu canto herido,
tiernas flores silvestres despliegan
tu nombre en el viento.

3

Las palabras que nadie
puede comprender,
el lugar donde
cuando eras niña imaginabas
una muerte dulce en primavera,
porque el temor a Dios
era más cálido,
menos oscuro,
el sueño que siempre
rompía los cristales
sin brillo de mi soledad,
esa soledad mía
que tú llevabas en los ojos,
aunque no puedas acordarte
del dolor que rondaba
las mariposas encendidas
flotando sobre el aceite.

Ahora dibujas
en paredes
que perdieron la blancura
y no despiertan murmullos,
caminas por lugares
que fueron derribados
y lloran
por un barrio sin alma
que te ha dado la mano
para no entrar solo en el olvido.

Nadie puede explicar
adonde fuiste,
como perdiste la túnica virgen
de tu imagen de niña descontenta,
por que no llegaste a ver
la luz del rayo
que traía a tus ojos la alborada.

4

Después de la muerte,
las flores están tristes
y susurran en tu tumba
coplas de amor
sobre la hierba herida.

Te llegará el quejío
de los montes derribados,
el canto del pájaro ciego
que enmudeció
en las Cuatro higueras.

Siguen su curso
las alas del recuerdo,
las manos de la noche,
solo puedes decir que eres pasado
como la muchacha
de una estela ateniense
que tuvo un nombre
quizás un epitafio, una fecha
escritos por aquellos que la aman
o a la niña que fue
y se encamina a la fuente.

Es inútil llorar
cuando la muerte se acerca
y te mira a los ojos
como lo hacía
en tu candor de niña ,
cuando el infierno era un lugar
que convertía tus errores
en pecados mortales.

5

En el barrio de la Almadraba
hay tejados de zinc y gatos,
pero no queda ninguna higuera,
ni una fuente para beber de noche.

Tus manos muertas acariciarán la Luna.

Hay una larga ausencia de Cantina
hay polvo
y cartones en los suelos.
No hay una niña que cante La otra.

Tu voz distante despertará mis sueños.

[Pilar Morte]

Arriba con este hermoso poema que se clava en esa realidad que nadie puede eludir. Precioso decir.
Me gustó leerte.
Abrazos
Pilar

[F. Enrique]

No sabría decirte la razón, Pilar, pero algo que me corroía hace algo más de dos meses, ahora he empezado a considerarlo un triunfo, ese algo cruel en su propia naturaleza, que se me fuera un buen poema al limbo sin que hubiera merecido un aquí estoy, o pocos y muy buenos (Pasolini en el recuerdo) y lo he leído. De todas formas me gusta y anoto tu gentileza, soy vanidoso como todos los demás, y además ya no tengo abuela.

Un abrazo.

[Raul Muñoz]

Un poema con una fuerza y expresión arrolladoras, Enrique. Se clava como los ojos de la muerte. Un precioso canto de duelo, donde ¡hasta los montes se derriban! Me llama la atención el apego a una tierra y a un lugar. Y el simbolismo de la luna me recordó a Lorca, algo de esa pena negra ( como cuando Soledad Montoya bajaba de los montes ).

Yo que soy muy aficionado a la metáfora y al simbolismo, este pasaje me sorprendió:

"... del dolor que rondaba
las mariposas encendidas
flotando sobre el aceite..."

Me parece un trabajo excelente. Mi enhorabuena.

Un fuerte abrazo, y mis mejores deseos para el año nuevo.

[curra anguiano]

mucha fuerza amigo gracias

[Mitsy Grey]

Un poema inmenso y enternecedor. Felicidades, poeta. Un abrazo de admiración y afecto.

Mitsy

[Ricardo José Lascano]

Hay razones para morir en un poema, hay quienes renacen hacia la voz que copia el flujo primitivo del ser inmemorable, la mitad de ese ser que es recuerdo nos copia la congoja cada noche. encuentra una forma de entender el propósito de tal ausencia entre las cosas verdaderas que ignoramos, pero quedan los aromas, los signos copiosos como llaves que golpean en el corazòn, como ese sueño que también busca su respuestas. Me parece que lo has disfrutado, porque lo tenias que escribir interiormente exhausto de ti, y ese ya fue el premio o la respuesta.

Una maravilla de versos ejemplares.

abrazos y Feliz año.


RJL

[F. Enrique]

Soy un gran seguidor de Lorca, aunque me decante por el surrealista, todo lo que me puedan decir de acercarme a él me lo tomo como un gran cumplido. Desconozco como son conocidas esas lamparitas con mecha que se encendían y que se ponían en un recipiente con agua y aceite como culto a la virgen y a los santos y, las más emotivas, a los difuntos el primero de Noviembre. Creo que tenemos una cultura tan rica que al describir lo que vimos realmente parece que estamos hablando de imágenes y en realidad son descripciones del mundo mágico que surge de nuestra realidad.
Muchas gracias, Raúl, por tu atento comentario.

[Miguel Ángel Martínez Góm]

Enrique, he disfrutado leyendo tu poema. Me parecieron unos versos llenos de un delicado lirismo que seduce y atrapa.
Me gustó mucho, compañero.
Enhorabuena y un abrazo.