- - Sé mi atalaya cuando me golpee la hora décima,
apacigua a las bestias de mi ojo con guantes de piedad
-¿No sabes?, han anidado cíclopes sobre el bosque del tiempo
y su ojo es tu sombra, y es de piedra su llanto.
-Ven, prometo abrir las vísceras del cielo, beberlo despacio,
aunque estén podridos sus peces dorados.
-Cuántas mariposas se prostituyeron en cada latido del sol iniciático
cuántas no sangraron o se hicieron lágrima.
sabe un poco a grito; a silencio, un siglo.
Mira, esta es la vena que lleva a la arteria que lleva hasta el alma un cirio encendido.
Ella es la vereda que conduce al río.
Vamos a cruzarlo descalzos de orgullo; la garganta al viento
y un kilo de olvido sellando los labios.