El amor, la guerra y los oráculos.
Publicado: Jue, 22 May 2014 20:08
Cuando más alta está la luz del día en la cima de la colina,
alza el Augur el báculo y el cielo acota en el más profundo silencio,
traza un cuadrado imaginario, que cruza rauda el águila con su grácil armonía.
¿En qué dirección, por qué ángulo?
El hígado de un pájaro posa el Arúspice,
una mancha amarilla de azufre
aparece en las dieciséis
Casas de Bronce.
De la nieve el silencio, camino de la ausencia,
tiembla de gozo, cercena la distancia,
la luz vigila, libera la grandeza que blasona,
depende del senado la última palabra.
Listas de grana a modo de galones en la toga,
los cien cerrojos descorre,de par en par
del templo de Jano abre las puertas,
viste el Cónsul trábea quirinal.
Roma declara la guerra a Cleopatra y Marco Antonio.
César Augusto, Pontífice Máximo,
se levanta del lecho,
posa el pie derecho en la alfombra de un tigre,
siete pecas luce su pecho, estrellas de la Osa Mayor,
clava una jamba de cedro en el ataúd de un niño,
ávido aguarda el oráculo de Accio.
El hombre más poderoso de la tierra,
Sólo tiene miedo al rayo.
Entre la soldadesca, la crueldad no es la práctica,
y sí la muerte súbita que honra al enemigo.
Pues no se prolonga la agonía del soldado herido
con los tendones cortados en el campo de batalla.
Vértigo provocan tus cabellos sueltos y dorados
en las ingles españolas, Cleopatra.
¿Sabes que has amado a un legionario?
Lo que más conviene en estos casos,
para que el amor se perpetúe en el espacio,
es el suicidio.
Gana la guerra el Padre de la Patria.
Bogan en galeras ladrones, asesinos, esclavos,
prisioneros, y por primera vez, adúlteros.
alza el Augur el báculo y el cielo acota en el más profundo silencio,
traza un cuadrado imaginario, que cruza rauda el águila con su grácil armonía.
¿En qué dirección, por qué ángulo?
El hígado de un pájaro posa el Arúspice,
una mancha amarilla de azufre
aparece en las dieciséis
Casas de Bronce.
De la nieve el silencio, camino de la ausencia,
tiembla de gozo, cercena la distancia,
la luz vigila, libera la grandeza que blasona,
depende del senado la última palabra.
Listas de grana a modo de galones en la toga,
los cien cerrojos descorre,de par en par
del templo de Jano abre las puertas,
viste el Cónsul trábea quirinal.
Roma declara la guerra a Cleopatra y Marco Antonio.
César Augusto, Pontífice Máximo,
se levanta del lecho,
posa el pie derecho en la alfombra de un tigre,
siete pecas luce su pecho, estrellas de la Osa Mayor,
clava una jamba de cedro en el ataúd de un niño,
ávido aguarda el oráculo de Accio.
El hombre más poderoso de la tierra,
Sólo tiene miedo al rayo.
Entre la soldadesca, la crueldad no es la práctica,
y sí la muerte súbita que honra al enemigo.
Pues no se prolonga la agonía del soldado herido
con los tendones cortados en el campo de batalla.
Vértigo provocan tus cabellos sueltos y dorados
en las ingles españolas, Cleopatra.
¿Sabes que has amado a un legionario?
Lo que más conviene en estos casos,
para que el amor se perpetúe en el espacio,
es el suicidio.
Gana la guerra el Padre de la Patria.
Bogan en galeras ladrones, asesinos, esclavos,
prisioneros, y por primera vez, adúlteros.