I

Como agua de mayo
llueve tu risa en mis ojos
que se niegan a descifrar
su agreste simbología.
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II
Era mayo y estaba viva,
cubierta con un lienzo vaporoso,
fácil inspiración para un rapsoda y su escalpelo,
para su obra y su deseo más íntimo,
para el acento y su vena inflamada.
Era mayo y le esperaba
sentada en la mecedora del Mirador del Sur
con los ojos de bitácora sagrada,
con las chinelas bordadas de cuentas de colores
y la garganta sedienta de pasión.
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III
Tu silencio era una epidemia,
era la lasitud brutal de primavera
como una aldaba certera
para las horas contradictorias,
áncora para el compositor matemático,
amarras para Modigliani y su “Mujer de Pelo Rojo”
y lastre para todo lo que no me sobrevive.
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IV
Él vivía para sus ojos sin norte.
Para los ojos míos,
ojos de esencia traviesa
que se alzan a observar las estrellas,
quizás ojos de ritos ancestrales, dilatados de soles,
ojos que te cincelaron con signos medioevales,
ojos de escarcha asaetados en imperdibles,
fondeados en Mares Marginales,
borrachos de algas y profundidad.
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V
Hoy no hacen falta versos ni razones
tan sólo silencio y cordura,
sol que ilumine el camino sombrío y farragoso,
malecón que sujete las mareas y me proteja
de la tormenta de emociones
en las que zozobra mi ser.
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VI
Eres arrecife en el centro mundo
donde todo es grandioso,
coral derramado donde a nadie hiere,
derroche emancipado donde puedes,
odiar, aborrecer, destruir,
aullar en el océano
amar y empezar de nuevo
en este Edén Olímpico y Soberbio.
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© MAR