de hierba turgente vestía el almuerzo,
reía la vida, relincho y consuelo de los saltamontes,
y al pie del hocico, siete amapolas hacían cosquillas.
Sin bridas...
... sin frenos que ataran los cascos a posibles dueños.
Y un caballo negro, alazán de estirpe y ricas monturas,
miró con desprecio la ingenua sonrisa, las manchas de suelo,
alzó las orejas y dijo al pequeño:
¡ Me voy con los nobles, los de raza pura, los que desfilamos
- tachánnnnn, tachánnnnnn -
todos como a una ,
rindiendo homenaje a reyes y emires de rancio abolengo,
todos mismo trote, todos mismos dueños !
Y yo, saltimbanqui, bohemia y poeta, me fui con el burro
y entre mano y pata,
nos fuimos tan frescos leyendo a Salinas al pie del cerezo.
El, comio los frutos
yo, rumié los sueños de libres, eternos.
Y fuimos felices.
(Dios mío, lo que me dio de sí, o de no, depende, el 2006, porque esto, poema o cuento,o posible locura mía, es de ese año, )