
Hasta me viene bien el disfraz de poeta para
agradecer la intacta claridad de tu palabra. Su luz nos
llega, nos envuelve con su cadencia giratoria, nos conecta a la
ilusión, al latir desmesurado que empuja a la poesía por
encima del universo, a lo lejos, cada vez más cerca.
He de sorprenderte. Para alimentar tu imaginación intentaré pensar
en algo que maravillosamente ensanche tus pulmones para
respirar sonrisas. Hay demasiada gratitud en ti en dirección a los demás,
nosotros lo sabemos. Permíteme decirte que también
anda por tu corazón la vocación de la alegría. Por eso te
nombro con un trasnochado vuelo de palabras. Hacen
de su aleteo un atropello de mariposas para dibujarte un sueño
en la frente, como si no tuvieses sueños que soñar, como si la
zozobra de despertar te velara. No importa. Duerme.
Acaso sólo amanece si te quedas dormida y te despiertan
las voces de los que amas. Como en la vieja leyenda del
flautista, te sobornaré a cualquier precio. No contestes,
acógete a las reglas. Es fácil rendirse a mi demencia,
recorre estos versos e imprégnalos de tu ternura,
o mejor aún, apuntálalos con tu cordura.