Editorial Alaire

Ramón Carballal escribió:
Su tronco crucifica nuestros brazos.
Toco tus dedos, no sé si aún me miras.

Y luego, el vuelo de las hojas,
tan lento que, de repente,
soñamos plumas.
Mi madre entre el blanco de la ropa,
canta versos,
recita heridas.

Yo no quiero más que el suspiro
de una bicicleta,
su hermandad lamiéndome los muslos,
la huida como una cicatriz extraña.

Ramón Carballal escribió:
Su tronco crucifica nuestros brazos.
Toco tus dedos, no sé si aún me miras.

Y luego, el vuelo de las hojas,
tan lento que, de repente,
soñamos plumas.
Mi madre entre el blanco de la ropa,
canta versos,
recita heridas.

Yo no quiero más que el suspiro
de una bicicleta,
su hermandad lamiéndome los muslos,
la huida como una cicatriz extraña.

sergio escribió:

Ramón Carballal escribió:
Su tronco crucifica nuestros brazos.
Toco tus dedos, no sé si aún me miras.

Y luego, el vuelo de las hojas,
tan lento que, de repente,
soñamos plumas.
Mi madre entre el blanco de la ropa,
canta versos,
recita heridas.

Yo no quiero más que el suspiro
de una bicicleta,
su hermandad lamiéndome los muslos,
la huida como una cicatriz extraña.

Desde mi modesta opinión un poema todo expresividad. Me han parecido imágenes surrealistas y sugerentes. Todo un río de dolor. Podría destacar todas las imágenes pero qué escalofriante el suspiro de una bicicleta...

TXOPO escribió:

Ramón Carballal escribió:
Su tronco crucifica nuestros brazos.
Toco tus dedos, no sé si aún me miras.

Y luego, el vuelo de las hojas,
tan lento que, de repente,
soñamos plumas.
Mi madre entre el blanco de la ropa,
canta versos,
recita heridas.

Yo no quiero más que el suspiro
de una bicicleta,
su hermandad lamiéndome los muslos,
la huida como una cicatriz extraña.

Yo recuerdo de niño árboles, con ropa tendida... y a mujeres alegres cantando mientras tendían la ropa... a veces también mi madre cantaba versos y canciones frente a esos árboles que hacían crucificar sus brazos de tronco a tronco... Muy bueno tu poema. Me hizo soñar y recordar. Gracias.
Un abrazo.
J. Manuel

Ramón Carballal escribió:
Su tronco crucifica nuestros brazos.
Toco tus dedos, no sé si aún me miras.

Y luego, el vuelo de las hojas,
tan lento que, de repente,
soñamos plumas.
Mi madre entre el blanco de la ropa,
canta versos,
recita heridas.

Yo no quiero más que el suspiro
de una bicicleta,
su hermandad lamiéndome los muslos,
la huida como una cicatriz extraña.

Ricardo Serna G escribió:Ramón Carballal,
tienes el don
de llegar al lector
con versos que atrapan.. querido amigo

un abrazo fuerte

Julio González Alonso escribió:Inmejorable imágenes las que rescatas a la sombra y la memoria de ese árbol -tal vez real- que acompañó escenas de tu infancia. En pocos versos, un poema entrañable, conciso y de gran fuerza expresiva. Me gustó mucho.
Salud.

Sandra Gª Garrido escribió:

Ramón Carballal escribió:
Su tronco crucifica nuestros brazos.
Toco tus dedos, no sé si aún me miras.

Y luego, el vuelo de las hojas,
tan lento que, de repente,
soñamos plumas.
Mi madre entre el blanco de la ropa,
canta versos,
recita heridas.

Yo no quiero más que el suspiro
de una bicicleta,
su hermandad lamiéndome los muslos,
la huida como una cicatriz extraña.

uNA CASCADA DE IMAGENES, DESDE EL SUERREALISMO, SON EVOCADORAS,

El dolor esta presente desde los dos primeros versos, en que se crucifica el amor,
y luego el sueño de los enamorados...para terminar en el sin saber, se pide poco para ser feliz.

al menos a mi me transmitiste estas sensaciones.

un abrazo

Pilar Iglesias de la Torr escribió:Ramón,


en esta aparentemente sencilla ecuación de tu poema, integras más variables de las que a primera vista puediera parecer............ese recordatorio del ecosistema del pasado, en un mix sensual y surrealista, con la realidad y la añoranza de los sueños

me gustó

un bresazo..........Pilar