Actos reflejos
Publicado: Vie, 16 Ago 2013 1:04
Me he quedado sin café, soy adicta al café, así que tengo que salir a buscarlo al tostadero, es un camino que conozco con los ojos cerrados.
Me gusta pasear hasta allí, cuando conoces el camino, tu mente se va a cualquier parte, no atiendes al paisaje, ni a las tiendas, no miras los escaparates, tus pasos te llevan. Ese tostadero es el que más me gusta, tiene café de Colombia, mi preferido.
Tengo una amiga que toma el café solo y sin azúcar, hasta aquí todo normal, pero ella no perdona la cucharilla. Creo que antaño endulzaba su café, pero, un régimen de esos largos que uno hace, ocasionó que abandonara esa costumbre y se pasara al café sin azúcar. Ahora no soporta el azúcar en el café. Sin embargo, cuando toma su café hay que servirle cucharilla. Ella toma la cuchara y comienza a darle vueltas sin parar, como si verdaderamente derritiese el azúcar en el café.
Siempre me llamó mucho la atención ese minucioso gesto, soy observadora. Si uno no lo sabe, nada anormal se observa. Una mujer remueve su café. Pero, curiosamente hay un vacío, una pérdida en este acto aparentemente normal, una carencia a la que uno no se acomoda con felicidad y entonces se produce el engaño, un engaño sutil de la mente, casi inconsciente, como un placebo.
Me pregunto ahora mismo, casi con disgusto, ¿por qué sigo comprando el café en el tostadero de enfrente de tu casa?
Me gusta pasear hasta allí, cuando conoces el camino, tu mente se va a cualquier parte, no atiendes al paisaje, ni a las tiendas, no miras los escaparates, tus pasos te llevan. Ese tostadero es el que más me gusta, tiene café de Colombia, mi preferido.
Tengo una amiga que toma el café solo y sin azúcar, hasta aquí todo normal, pero ella no perdona la cucharilla. Creo que antaño endulzaba su café, pero, un régimen de esos largos que uno hace, ocasionó que abandonara esa costumbre y se pasara al café sin azúcar. Ahora no soporta el azúcar en el café. Sin embargo, cuando toma su café hay que servirle cucharilla. Ella toma la cuchara y comienza a darle vueltas sin parar, como si verdaderamente derritiese el azúcar en el café.
Siempre me llamó mucho la atención ese minucioso gesto, soy observadora. Si uno no lo sabe, nada anormal se observa. Una mujer remueve su café. Pero, curiosamente hay un vacío, una pérdida en este acto aparentemente normal, una carencia a la que uno no se acomoda con felicidad y entonces se produce el engaño, un engaño sutil de la mente, casi inconsciente, como un placebo.
Me pregunto ahora mismo, casi con disgusto, ¿por qué sigo comprando el café en el tostadero de enfrente de tu casa?