y tu impulso guïara la lengua de los astros.
Ya no soy joven, vuelvo
como una sombra errante
que persigue la gracia que tuviste en la aurora
como si fuera fuente que, nunca detenida,
manara en los caprichos de un ansia incontenible.
Me miraste en el cielo y los dioses sin nombre
nos dieron una nube para rimar vestigios,
cayeron los destellos en la herida que vuelve
siempre con tu ternura, noche abierta y en calma
que me tiembla en los labios
al pronunciar tu estrella y llamar al destino,
y me duele alejarme
del hombre que te amaba con celo y con candor
en la ruta y el monte que guardaban las vías,
sin ropajes la tierra nos dejaba su aroma
y el velo de su olvido para cruzar los puentes.
Fuiste mía en silencio un instante sin pausa,
te miré a los ojos
como si conociera
la sed de tus desvelos, de tu nombre la cumbre,
y el valor de tu orgullo doliente que esperaba
la gesta y el milagro vivo de mi sonrisa,
encubierta en el aire,
acosada en el verde muro de la derrota.
Fui tuyo ¿no te acuerdas?
¿no arrancas de tu pecho, que indaga en la memoria,
las raíces de ideas que huyeron de mi mente
para sembrar la orilla que guardaban tus brazos?
En el patio extraviado, en la calle sin luces
quedó un niño sin habla
que te pide el secreto que entonces le arrancaste
de noche entre las velas para dormir sin sueño.
Fui tuyo, nuestro enlace
bendijeron las llamas oscuras de la noche
arroparon romeros sin savia ni destino,
bailes de mariposa cerca de la bodega
te llevaron mi aliento entre las siemprevivas
que aún moran en tu alma.
Reconocí tu espejo sin saber que existías,
en los caminos broncos que teje la locura
te amé con la pasión de un buscador sin norte.
Fui tuyo, lo que tuve lo tuvieron tus manos,
y sin pensar te di
más de lo que tenía;
lugares y caprichos que nunca imaginaste,
sentimientos que hablaron por ti en los poemas
y cubrían tu blusa de perfumes y flores.
Fuiste mía en el aire
de un instante perdido
que siempre sabe dulce en la voz del recuerdo,
te adentraste en mis brazos como estela que sigue
prisionera en la luna de los besos del alba.
Fuiste mía y no pude saberlo ni vivirlo
pues tu rostro tejía la amargura angustiada
por cualquier erosión de tu mundo soñado,
y emergía tu dueño,
y su cetro implacable
que siempre violentaba las horas del amor
tierno y despedazado por el mar de las dudas,
que su rumbo emprendía
hacia la encrucijada de tu amargo lamento.
Te veo aún vagar por aquellos caminos,
vuelvo a sentir la herida de la sombra en tus ojos.
Lucho por tu sonrisa
en senderos de piedra, en rampas sin descanso,
y es tan duro seguir cuando apartas el rostro,
cuando hablas de vida
y piensas en la muerte.