
El principio y el fin es el caos;
la totalidad abstracta;
la materia-energía inmanente, indistinta, informe e indeterminada;
el origen cardinal del ser cósmico-universal y su trascendencia;
el absoluto caldo primigenio de la distinción.
Todo en él es posibilidad y constancia,
fondo y recipiente de la totalidad concreta,
eterno e infinito.
Nunca es lineal el camino,
directo y en infinita progresión gradual.
Llegado el momento en que se alcanza el punto
en que la acumulación de espacio y de tiempo demanda la metamorfosis,
en el salto cuántico de la consciencia que corresponde a la nueva esencia del ser,
irrumpe el equilibrio del indeterminismo entrópico
y todo lo desorganiza.
La imagen del mundo aparece como una yuxtaposición sin sentido de nada y de todo,
las viejas ligaduras se rompen en su forma previa
y los nuevos enlaces apuntan en todas las direcciones de la posibilidad abstracta.
El loco cae al abismo y la rueda gira.
La caída es más o menos prolongada
en la medida en que el vértigo excita el despertar de la consciencia superior
―en el sueño profundo de la realidad―,
y el sí mismo del sí mismo despierta en el ser.
Uno y otro,
con la vista fijada al infinito,
en el vacío se integran en aquél que comienza la obra...