y aunque rica en su espíritu propio, busca la luz.
Pero ya el sol del espíritu, ya el bello mundo se oculta,
y en la noche glacial sólo hay fragor de huracanes.
(Hölderlin - Versión de Otto de Greiff)
¡Cuántas veces te sueño! Desde otra colina
he visto a aquel muchacho que se enamora y vuelve.
Y no pude entender; tu corazón lejano
me arrebató palabras que golpean mi frente.
Pues cómo yo te quise, cómo yo te he vivido
se ha fundido en mi sangre y fluye lentamente
cuando el Poeta arranca del aire las caricias
y el alma que es tu hombre se eleva irreverente.
Pues ya no veo tus costas, ni escucho tu lamento
en esta oscura tierra sin sol que la despierte.
He querido arrastrar la rosa hacia tus vientos
y entregarme a tu aurora que reverbera siempre.
Yo, ateniense,
en las duras mesetas de Esparta
para siempre.