ENERVADA DESPEDIDA
Publicado: Vie, 11 Nov 2011 23:56
Las llamas florecen de mi cuerpo rendido como una provocación insolente.
Mi talle hace tiempo que dejó de dibujar verdades, ahora se acomoda de nuevo a vivir en soledad.
No queda rastro de aliento ni vida.
Un sollozo aparece en la noche encubierto por el sonido de las ánimas solitarias y ausentes...
Unas botas polvorientas no comprenden el latir del corazón ni el corretear de un infante con su bello gesto.
Más aún ignoran el pesar y la rabia, la miseria y el miedo.
Guardo un camafeo con su rostro añorado en cada lamento, por su quebranto imperdonable, por la desventura de tal abandono.
Hubo un tiempo en que soñé con doseles venidos de los montes nevados.
Aquello solo trajo desconcierto y abatimiento a mis noches, luchas por lo que se fue y los favores que debieron estar...
Sigo un camino incierto, las lechuzas altaneras siguen morando en su torre vigía y yo arrastro una carga que mis hombros se afanan en alejar.
Recuerdo sus ojos en los tuyos, mis labios en los suyos y el sol bendiciendo nuestras almas... yo así lo evoco, así debió ser, así jamás será.
Quisiera corresponder con atenciones todas aquellas veces en las que soltaste mi mano, aquellas en las que mirabas a otro lado mientras me desplomaba ensangrentada y sucia.
Cómo entender nada de esto cuando nunca se ha tomado una decisión de verdad, cuando se ha nacido acunado entre algodones alejado de la inmundicia de la vida...
No deseo vivir más, tu melancolía me provoca hastío.
Merezco todo aquello que me suceda por permitir que mi existencia haya girado en torno a un amansado ser, cuyas lágrimas solo esconden sonrojo por no ser un compañero fiel.
Si veo a nuestro señor, no le diré que tú y yo nos amamos, tampoco que fuimos felices... solo me entregaré a él en un largo caminar.
Mi talle hace tiempo que dejó de dibujar verdades, ahora se acomoda de nuevo a vivir en soledad.
No queda rastro de aliento ni vida.
Un sollozo aparece en la noche encubierto por el sonido de las ánimas solitarias y ausentes...
Unas botas polvorientas no comprenden el latir del corazón ni el corretear de un infante con su bello gesto.
Más aún ignoran el pesar y la rabia, la miseria y el miedo.
Guardo un camafeo con su rostro añorado en cada lamento, por su quebranto imperdonable, por la desventura de tal abandono.
Hubo un tiempo en que soñé con doseles venidos de los montes nevados.
Aquello solo trajo desconcierto y abatimiento a mis noches, luchas por lo que se fue y los favores que debieron estar...
Sigo un camino incierto, las lechuzas altaneras siguen morando en su torre vigía y yo arrastro una carga que mis hombros se afanan en alejar.
Recuerdo sus ojos en los tuyos, mis labios en los suyos y el sol bendiciendo nuestras almas... yo así lo evoco, así debió ser, así jamás será.
Quisiera corresponder con atenciones todas aquellas veces en las que soltaste mi mano, aquellas en las que mirabas a otro lado mientras me desplomaba ensangrentada y sucia.
Cómo entender nada de esto cuando nunca se ha tomado una decisión de verdad, cuando se ha nacido acunado entre algodones alejado de la inmundicia de la vida...
No deseo vivir más, tu melancolía me provoca hastío.
Merezco todo aquello que me suceda por permitir que mi existencia haya girado en torno a un amansado ser, cuyas lágrimas solo esconden sonrojo por no ser un compañero fiel.
Si veo a nuestro señor, no le diré que tú y yo nos amamos, tampoco que fuimos felices... solo me entregaré a él en un largo caminar.