Editorial Alaire

Rafel Calle escribió:Hace tiempo que tu poesía tiene cosas que ofrecer, querida amiga Pilar, como demuestra este hermoso multimétrico.
Ofreces un ritmo que viene del conocimiento métrico para adentrarse firmemente en la libre combinatoria de los metros.

Me alegro mucho, colega, porque, entre otras cosas, demuestras que el verso que llaman libre, tiene mucho que ver con los conocimientos que posea el autor. Efectivamente, si nos despreocupamos de la métrica, será el cerebro quien se encargue de preocuparse por hallar el ritmo correcto en cada caso, y lo hará con los ritmos que le sean conocidos.

En fin, en cuanto a la melodía, pienso que has conseguido un nivel reseñable.

Quién nos iba a decir que llegaríamos hasta aquí en el mundo de los versos. Te confieso, Pilar, que aunque pareciera seguro de lo que decía, nunca lo he estado ni lo estoy ahora. Es cierto que hemos evolucionado, hemos escrito obras que nos han hecho llorar de emoción, porque nos parecía mentira que las hubiéramos escrito. Eso es verdad. Ay, amiga, ahora toca lo más difícil, el último paso. Por ello debemos pedirnos más. No podemos conformarnos.

Por otra parte, la calidad de tus decires alberga una progresión francamente positiva, así los dos versos que abren la obra, muy hermosos, conforman una bella estrofa.
Después, los versos, en general, me han gustado, aunque, en mi opinión, el poema tiene margen de mejora en la puntualidad literaria y el desarrollo metafórico, pero eso que digo quizá sea buscarle tres pies al gato, jajaja.

Ha sido un placer leerte. Felicidades por el poema y por haber llegado hasta aquí. Bueno, ya sabes que no ha sido fácil.
Un fuerte abrazo.

Mario Martínez escribió:Hermoso poema, Pilar, muy hermoso.
Un verdadero placer el leerte, siempre, ya sabes.
Abrazos.
Mario.

Pilar Morte escribió:Cambié de acera
y rodaron desiertos a mi paso,
una distancia tras el tiempo
sin más ojos que las horas marcadas.

Un libro abierto a los secretos
con pétalos a espaldas de sus hojas,
han guardado ilusiones muertas,
y ahora este cansancio lento
incomoda el resuello de los pasos.

Nunca muere del todo la mirada
si es pasajera la debilidad que no causa la muerte.
Sólo enferman las yemas de los dedos
ausentes de caricias, el grito que se irrita.

Pero ven, vida, a mi vereda,
aunque parezca que no te regreso,
juntas aún podemos abrazar
las olas de los mares nuestros,
elevar los pies de barro
que pesan bajo las alas.

Entona el despertar con arpas de tu lluvia
y guarda la raíz de tu alborada
para sembrar en el mantillo de la sombra.