1ª Parte: Antes de la Pasión
Publicado: Mié, 20 Abr 2011 10:24
No hace falta ser creyente para leer estos poemas “prosoversados”.
Son historias de la vida de los personajes secundarios que aparecen en el evangelio.
La figura de Cristo aparece como en segundo plano.
Estas historias y estos personajes se interrelacionan entre sí en la segunda parte
de este trabajo que editaré en breve.
Por eso considero que se deben leer ambas partes a quien le interese, como simples historias.
1ª Parte. ANTES DE LA PASIÓN
Juan 8, 1-11
No temía a la muerte. Más le dolía
la hipocresía de los sacerdotes que aquella tarde
la condenaban injustamente.
Allí estaban ellos, escribas y fariseos;
hipócritas todos. Y allí estaba ella, en medio de la plaza,
frente al hombre al que un día
se entregó por amor.
Cerró los ojos. Se reclinó en el suelo.
Maldijo aquella tierra.
Soportó las blasfemias de los que la llamaban
adúltera y pecadora. Se protegió la cabeza;
y esperó caer del cielo
la primera piedra.
Pasaron minutos de angustia y de temor…
Pero no ocurría nada. Ni un insulto; ni un grito…
Sólo el rumor de una gente que se perdía
como a lo lejos.
Ni una hoja rozó su túnica.
Abrió los párpados. Estaba sola. ¿Dónde estaban
los escribas y fariseos? ¿Dónde aquél que un día
la abandonó a su suerte? (en la plaza solamente
la sombra de un hombre que escribía en el suelo
nombres y pecados, junto a unas piedras).
Se levantó. Se fue a casa. Se abrazó a los suyos.
Al sentir el sol sobre su cara bendijo aquella tierra.
(A contraluz, tras la ventana, veía a una niña alegre
jugar bajo una higuera. De nuevo todo
estaba en calma).
--oOo--
Marcos 5, 35-43
La niña que jugaba se cayó.
Se cayó su muñeca de trapo.
Se cayó mientras trepaba.
Se cayeron de una higuera
sus doce primaveras blancas.
El pañuelo en la cabeza; el vestido de lino;
todo era blanco y puro, pero se tiñó de oscuro
sobre las piedras del camino.
“La pequeña no se mueve… decían,
parece que no respira”
La hija de Jairo hace días que murió.
Su cuerpo embalsamado olía
como los naranjos de Palestina
al llegar la primavera.
Alguien vio llegar al pueblo
la silueta de un hombre extraño.
“La niña duerme, ¿Qué teméis?
Dadle su muñeca de trapo.
Ponedle su vestido blanco.
Que se oiga bajo la higuera
la alegre música de sus labios.
“Talihta, pequeña… confía en mí.
Talihta, despierta… Talitha, levanta…
Talihta qumi”
………..
El padre suspira ahora
cada vez que ve jugar a la niña junto a la higuera.
La pequeña de vez en cuando
le mira y le sonríe.
A veces le pregunta: Papa,
¿porqué mi muñeca de trapo
parece que duerme
y que respira?.
--oOo--
Juan 4, 4-15
Su marido la mandó a por agua.
Ella estaba acostumbrada a obedecer y soportar
el desprecio de los hombres. Por eso,
cuando aquel forastero llegó a la fuente y le pidió de beber
la mujer obedeció sin decirle nada.
La samaritana le acercó el cántaro a las manos.
El hombre bebió, y le dio las gracias. Le dijo
que él le daría ahora de esa agua eterna
que sacia para siempre la sed de los afligidos.
La mujer no comprendió. Y entró en la casa.
Ofreció a su marido la frescura
del agua viva de la fuente. El esposo bebió; la miró;
y la agarró fuertemente por el brazo.
Ella se protegió el rostro por instinto. Mujer, no temas,
sólo quiero abrazarte… y decirte que te amo.
Afuera, junto a la fuente, un Judío lavaba los pies
a unos niños samaritanos.
--oOo—
Lucas 8, 43-48
Su padre cultivaba lino.
Su madre tejía con él las túnicas y lienzos
que ella vendía después en la ciudad.
Aquel fue otro tiempo, otra vida. Ahora ella
se siente enferma; recorre Palestina
en busca de un augur. Por eso se sorprendió
al encontrar en la colina al hombre
al que un día vendió una túnica
a las afueras de Cafarnaúm.
Era él. Sin duda.
Recordaba la mirada amable de aquel judío.
Desde el monte, aquel hombre consolaba a los pobres,
a los enfermos y a los afligidos.
Les hablaba con parábolas de la fe y del amor.
Estaba rodeado de ciegos, paralíticos… Le llamaban
mago y sanador.
Ella escuchaba atenta bajo un olivo.
Hacía tiempo que una hemorragia
consumía la flor de su juventud.
La muchedumbre le impedía acercarse. Pero tenía fe.
Ella sabía. Tenía esperanza en las palabras de aquel hombre.
Era su oportunidad. Estaba allí, a un paso.
Apenas tuvo tiempo de alargar el brazo
y tocar con los dedos un pliegue de su túnica
-la misma túnica cuyo lino cultivó su padre, tejió su madre
y que ella misma le vendió en un mercado
a las afueras de Cafarnaúm.
Apenas le rozó… apenas. Pero él se dio cuenta;
se dio la vuelta y la miró.
Ella supo que nunca más
tendría que recorrer los montes de Palestina
en busca de un augur.
--oOo--
Mateo 26, 74-75
Le decían que aquello traería mala suerte:
hacía meses que su gallo no cantaba al amanecer. Y eso
traía mala suerte, le decían.
Sin embargo aquel día
su gallo cantó al amanecer.
De camino a sus campos
se cruzó con un hombre que lloraba
y angustiado repetía: Tres veces le he negado; tres;
fueron tres las veces que le negué.
Cuando el sembrador volvió a su casa,
le dijeron que su gallo al fin cantaba.
Las desgracias no serían
todas para él.
--oOo—
(Continuará en la 2ª parte)
Enlace 2ª parte: http://www.editorialalaire.com/viewtopi ... 742#152742
Son historias de la vida de los personajes secundarios que aparecen en el evangelio.
La figura de Cristo aparece como en segundo plano.
Estas historias y estos personajes se interrelacionan entre sí en la segunda parte
de este trabajo que editaré en breve.
Por eso considero que se deben leer ambas partes a quien le interese, como simples historias.
1ª Parte. ANTES DE LA PASIÓN
Juan 8, 1-11
No temía a la muerte. Más le dolía
la hipocresía de los sacerdotes que aquella tarde
la condenaban injustamente.
Allí estaban ellos, escribas y fariseos;
hipócritas todos. Y allí estaba ella, en medio de la plaza,
frente al hombre al que un día
se entregó por amor.
Cerró los ojos. Se reclinó en el suelo.
Maldijo aquella tierra.
Soportó las blasfemias de los que la llamaban
adúltera y pecadora. Se protegió la cabeza;
y esperó caer del cielo
la primera piedra.
Pasaron minutos de angustia y de temor…
Pero no ocurría nada. Ni un insulto; ni un grito…
Sólo el rumor de una gente que se perdía
como a lo lejos.
Ni una hoja rozó su túnica.
Abrió los párpados. Estaba sola. ¿Dónde estaban
los escribas y fariseos? ¿Dónde aquél que un día
la abandonó a su suerte? (en la plaza solamente
la sombra de un hombre que escribía en el suelo
nombres y pecados, junto a unas piedras).
Se levantó. Se fue a casa. Se abrazó a los suyos.
Al sentir el sol sobre su cara bendijo aquella tierra.
(A contraluz, tras la ventana, veía a una niña alegre
jugar bajo una higuera. De nuevo todo
estaba en calma).
--oOo--
Marcos 5, 35-43
La niña que jugaba se cayó.
Se cayó su muñeca de trapo.
Se cayó mientras trepaba.
Se cayeron de una higuera
sus doce primaveras blancas.
El pañuelo en la cabeza; el vestido de lino;
todo era blanco y puro, pero se tiñó de oscuro
sobre las piedras del camino.
“La pequeña no se mueve… decían,
parece que no respira”
La hija de Jairo hace días que murió.
Su cuerpo embalsamado olía
como los naranjos de Palestina
al llegar la primavera.
Alguien vio llegar al pueblo
la silueta de un hombre extraño.
“La niña duerme, ¿Qué teméis?
Dadle su muñeca de trapo.
Ponedle su vestido blanco.
Que se oiga bajo la higuera
la alegre música de sus labios.
“Talihta, pequeña… confía en mí.
Talihta, despierta… Talitha, levanta…
Talihta qumi”
………..
El padre suspira ahora
cada vez que ve jugar a la niña junto a la higuera.
La pequeña de vez en cuando
le mira y le sonríe.
A veces le pregunta: Papa,
¿porqué mi muñeca de trapo
parece que duerme
y que respira?.
--oOo--
Juan 4, 4-15
Su marido la mandó a por agua.
Ella estaba acostumbrada a obedecer y soportar
el desprecio de los hombres. Por eso,
cuando aquel forastero llegó a la fuente y le pidió de beber
la mujer obedeció sin decirle nada.
La samaritana le acercó el cántaro a las manos.
El hombre bebió, y le dio las gracias. Le dijo
que él le daría ahora de esa agua eterna
que sacia para siempre la sed de los afligidos.
La mujer no comprendió. Y entró en la casa.
Ofreció a su marido la frescura
del agua viva de la fuente. El esposo bebió; la miró;
y la agarró fuertemente por el brazo.
Ella se protegió el rostro por instinto. Mujer, no temas,
sólo quiero abrazarte… y decirte que te amo.
Afuera, junto a la fuente, un Judío lavaba los pies
a unos niños samaritanos.
--oOo—
Lucas 8, 43-48
Su padre cultivaba lino.
Su madre tejía con él las túnicas y lienzos
que ella vendía después en la ciudad.
Aquel fue otro tiempo, otra vida. Ahora ella
se siente enferma; recorre Palestina
en busca de un augur. Por eso se sorprendió
al encontrar en la colina al hombre
al que un día vendió una túnica
a las afueras de Cafarnaúm.
Era él. Sin duda.
Recordaba la mirada amable de aquel judío.
Desde el monte, aquel hombre consolaba a los pobres,
a los enfermos y a los afligidos.
Les hablaba con parábolas de la fe y del amor.
Estaba rodeado de ciegos, paralíticos… Le llamaban
mago y sanador.
Ella escuchaba atenta bajo un olivo.
Hacía tiempo que una hemorragia
consumía la flor de su juventud.
La muchedumbre le impedía acercarse. Pero tenía fe.
Ella sabía. Tenía esperanza en las palabras de aquel hombre.
Era su oportunidad. Estaba allí, a un paso.
Apenas tuvo tiempo de alargar el brazo
y tocar con los dedos un pliegue de su túnica
-la misma túnica cuyo lino cultivó su padre, tejió su madre
y que ella misma le vendió en un mercado
a las afueras de Cafarnaúm.
Apenas le rozó… apenas. Pero él se dio cuenta;
se dio la vuelta y la miró.
Ella supo que nunca más
tendría que recorrer los montes de Palestina
en busca de un augur.
--oOo--
Mateo 26, 74-75
Le decían que aquello traería mala suerte:
hacía meses que su gallo no cantaba al amanecer. Y eso
traía mala suerte, le decían.
Sin embargo aquel día
su gallo cantó al amanecer.
De camino a sus campos
se cruzó con un hombre que lloraba
y angustiado repetía: Tres veces le he negado; tres;
fueron tres las veces que le negué.
Cuando el sembrador volvió a su casa,
le dijeron que su gallo al fin cantaba.
Las desgracias no serían
todas para él.
--oOo—
(Continuará en la 2ª parte)
Enlace 2ª parte: http://www.editorialalaire.com/viewtopi ... 742#152742