LOS ORIENTALES Y MARÍA.
Publicado: Mié, 02 Mar 2011 18:40
Este poema ha sido modificado
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José Manuel Sáiz escribió:“Si sé no te lo cuento. Me has robado la idea. Además
aquí ni hay poesía ni se la espera”.
Posible comentario de María al leer este poema.
LOS ORIENTALES Y MARÍA
(historia robada de amor y fado a tres bandas)
Tengan cuidado si al caminar, al hablar, o mirar al cielo,
en las cercanías se encuentra algún poeta, fotógrafo,
o pintor de cuadros por ejemplo.
Podrían convertirles a ustedes sin quererlo
en protagonistas anónimos de una historia
sin saberlo.
Lean esto que demuestra lo que cuento.
María es una amiga que escribe versos.
Un día me contó cómo fue testigo del inicio
de un amor a dos bandas en un restaurante
de Lisboa, en la baixa, al caer la tarde.
A su izquierda, recuerda, cenaba una joven japonesa.
A su derecha hacía lo propio, un joven japonés.
En el centro estaba ella, María, de Soria,
como un juez de silla en un match
de guiños y palabras.
Aquel joven al principio
miraba discretamente a la joven desde su mesa.
Esta se dejaba mirar y miraba a su vez al joven
cuando éste no miraba. Discretamente mi amiga
miraba a su derecha y a su izquierda a los orientales,
que se dedicaban a mirarse tan oblicua y discretamente.
Poco a poco
las miradas de ambos protagonistas derivaron en sonrisas;
y éstas en palabras indescifrables (dada la orientalidad
de los comensales y la ignorancia de mi amiga
en ese idioma). Las palabras se hicieron frases;
las frases llevaron a un silencio que la joven aprovechó
para sentarse junto al joven (no porque los tiempos
hubieran cambiado la forma de abordarse hombres y mujeres,
sino más bien por educación, pues el joven, en este caso,
usaba muletas).
Finalmente cayó la tarde. Y allí dejó a los dos
comiéndose los ojos (y un arroz caldoso con vinho verde
y fado al fondo) mientras se decían al oído vaya usted
a saber qué cosas…
A la mañana siguiente, María se sorprendió
al encontrarse nuevamente a los dos japoneses
desayunando en aquel restaurante de la baixa.
Llevaban, eso parece, la misma ropa (ella con el pelo
algo alborotado, y él con sus muletas y alguna mancha
de carmín en la solapa).
Se parecían, me dijo ella, a los protagonistas
de Los formales y el frío, ya sabes, de Benedetti,
tu poema preferido.
Será más bien, en este caso, Los orientales y María,
me dije yo a mi mismo ladinamente
empezando a escribir el mío en un papel
sin su permiso.
Mi amiga dejó de repente de ser juez de silla
para convertirse en juez y parte
de su propia obra.
Tengan cuidado a quién cuentan
ustedes sus cosas (y más si escriben crónicas o versos).
Podrían convertirse, si hubiera otro poeta cerca,
en protagonistas sin saberlo de una historia
de arroz y fado a tres bandas, mientras te bailan
las musas con descaro.
--oOo--
De mi colección de poemas Prosoversados
Un abrazo cariñoso a mi colega ¿y amiga? María.
Israel Liñán escribió:Jose Manuel me dieron ganas de pedirme un vinito para seguir la escena más cómodamente.
Un poema que engancha, porque todos somos un poco cotillas y porque escribes de la hostia.
Un abrazo.
Julio González Alonso escribió:Me has hecho evocar, de un golpe de amor oriental y fado y vino verde, todas las veces que pisé las calles de Lisboa juntas y amontonadas, en revueltos recuerdos que suben a los tranvías y se deleitan en la desembocadura del Tajo. Y lo que es peor -o mejor, no sé- me han entrado unas ganas locas de volver. Seguro que en la próxima visita me acompaña el run-run de tu historia prosoversada.
Con un abrazo.
Salud
Margarita Mc Ewen escribió:José Manuel Sáiz escribió:“Si sé no te lo cuento. Me has robado la idea. Además
aquí ni hay poesía ni se la espera”.
Posible comentario de María al leer este poema.
LOS ORIENTALES Y MARÍA
(historia robada de amor y fado a tres bandas)
Tengan cuidado si al caminar, al hablar, o mirar al cielo,
en las cercanías se encuentra algún poeta, fotógrafo,
o pintor de cuadros por ejemplo.
Podrían convertirles a ustedes sin quererlo
en protagonistas anónimos de una historia
sin saberlo.
Lean esto que demuestra lo que cuento.
María es una amiga que escribe versos.
Un día me contó cómo fue testigo del inicio
de un amor a dos bandas en un restaurante
de Lisboa, en la baixa, al caer la tarde.
A su izquierda, recuerda, cenaba una joven japonesa.
A su derecha hacía lo propio, un joven japonés.
En el centro estaba ella, María, de Soria,
como un juez de silla en un match
de guiños y palabras.
Aquel joven al principio
miraba discretamente a la joven desde su mesa.
Esta se dejaba mirar y miraba a su vez al joven
cuando éste no miraba. Discretamente mi amiga
miraba a su derecha y a su izquierda a los orientales,
que se dedicaban a mirarse tan oblicua y discretamente.
Poco a poco
las miradas de ambos protagonistas derivaron en sonrisas;
y éstas en palabras indescifrables (dada la orientalidad
de los comensales y la ignorancia de mi amiga
en ese idioma). Las palabras se hicieron frases;
las frases llevaron a un silencio que la joven aprovechó
para sentarse junto al joven (no porque los tiempos
hubieran cambiado la forma de abordarse hombres y mujeres,
sino más bien por educación, pues el joven, en este caso,
usaba muletas).
Finalmente cayó la tarde. Y allí dejó a los dos
comiéndose los ojos (y un arroz caldoso con vinho verde
y fado al fondo) mientras se decían al oído vaya usted
a saber qué cosas…
A la mañana siguiente, María se sorprendió
al encontrarse nuevamente a los dos japoneses
desayunando en aquel restaurante de la baixa.
Llevaban, eso parece, la misma ropa (ella con el pelo
algo alborotado, y él con sus muletas y alguna mancha
de carmín en la solapa).
Se parecían, me dijo ella, a los protagonistas
de Los formales y el frío, ya sabes, de Benedetti,
tu poema preferido.
Será más bien, en este caso, Los orientales y María,
me dije yo a mi mismo ladinamente
empezando a escribir el mío en un papel
sin su permiso.
Mi amiga dejó de repente de ser juez de silla
para convertirse en juez y parte
de su propia obra.
Tengan cuidado a quién cuentan
ustedes sus cosas (y más si escriben crónicas o versos).
Podrían convertirse, si hubiera otro poeta cerca,
en protagonistas sin saberlo de una historia
de arroz y fado a tres bandas, mientras te bailan
las musas con descaro.
--oOo--
De mi colección de poemas Prosoversados
Un abrazo cariñoso a mi colega ¿y amiga? María.
Me lo he pasado muy bien leyendo tu poema. La escena está viva. Un saludo.
E. R. Aristy escribió:Creo que no te van a faltar nunca temas facinantes para enmarcar con hermosos versos como haces en:
LOS ORIENTALES Y MARÍA
(historia robada de amor y fado a tres bandas)
Un gran placer leerte, quisiera probar ese vinillo, verde?
Un fuerta abrazo,
ERA
José Manuel Sáiz escribió:“Si sé no te lo cuento. Me has robado la idea. Además
aquí ni hay poesía ni se la espera”.
Posible comentario de María al leer este proso-poema.
LOS ORIENTALES Y MARÍA
(historia robada de amor y fado a tres bandas)
Tengan cuidado si al caminar, al hablar,
o al soñar despiertos,
en las cercanías se encuentra algún poeta, fotógrafo,
o pintor de cuadros.
Podrían convertirles a ustedes sin quererlo
en anónimos protagonistas por ejemplo de una historia
de amor, o de un poema, e inmortalizarles en una imágen
o fotografía sin saberlo.
Por favor, lean ustedes esto que confirma
lo que cuento.
María es una amiga que escribe versos. Y yo
un colega aficionado.
Un día me contó cómo fue testigo del inicio
de un amor a dos bandas en un restaurante de Lisboa,
en la baixa, al caer la tarde.
A su izquierda, recuerda, cenaba una joven japonesa.
A su derecha hacía lo propio, un joven japonés.
En el centro estaba ella, María, de Soria,
como un juez de silla en un match
de guiños y palabras.
Ella me decía que el joven al principio
miraba discretamente a la joven desde su mesa,
y que esta se dejaba mirar y miraba a su vez al joven
cuando éste no miraba. Discretamente mi amiga
miraba a su izquierda y a su derecha a los orientales,
que se dedicaban a mirarse oblicua y discretamente.
Poco a poco
las miradas de ambos protagonistas derivaron en sonrisas;
y éstas en palabras indescifrables (dada la orientalidad
de los comensales y la ignorancia de mi amiga
en ese idioma). Las palabras se hicieron frases;
las frases llevaron a un silencio que la joven aprovechó
para sentarse junto al joven (no porque los tiempos
hubieran cambiado la forma de abordarse hombres y mujeres,
sino más bien por educación, pues el joven, en este caso,
cojeaba de una pierna).
Finalmente cayó la tarde. Y allí dejó a los dos
comiéndose los ojos (y un arroz caldoso con vinho verde
y fado al fondo) mientras se decían al oído vaya usted
a saber qué cosas…
A la mañana siguiente, María se sorprendió
al encontrarse nuevamente a los dos japoneses
desayunando en aquel restaurante de la baixa.
Llevaban, eso parece, la misma ropa (ella con el pelo
algo alborotado, y él con sus muletas y alguna mancha
de carmín en la solapa).
Se parecían, me dijo ella, a los protagonistas
de Los formales y el frío, ya sabes, de Benedetti,
tu poema preferido.
Será más bien, en este caso, Los orientales y María,
me dije a mi mismo ladinamente
empezando a escribir el mío en un papel sin su permiso.
Mi amiga dejó de repente de ser juez de silla
para convertirse en juez y parte
de su propia escena.
Tengan cuidado a quién cuentan
ustedes sus cosas (y más si escriben crónicas o versos).
Podrían volverse, si hubiera un poeta cerca o amigo interesado,
protagonistas de una historia de arroz y fado a tres bandas,
mientras les bailan sin saberlo
las musas con descaro.
--oOo--
De mi colección de poemas Prosoversados
Un abrazo cariñoso a mi colega ¿y aún amiga? María.