LOS ORIENTALES Y MARÍA.

Poemas en verso y/o en prosa de cualquier estructura y/o combinación.

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José Manuel Sáiz
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LOS ORIENTALES Y MARÍA.

Mensaje sin leer por José Manuel Sáiz »

Este poema ha sido modificado
Última edición por José Manuel Sáiz el Lun, 16 Dic 2013 12:27, editado 47 veces en total.
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Israel Liñán
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Mensaje sin leer por Israel Liñán »

Jose Manuel me dieron ganas de pedirme un vinito para seguir la escena más cómodamente.

Un poema que engancha, porque todos somos un poco cotillas y porque escribes de la hostia.

Un abrazo.
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Julio Gonzalez Alonso
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re: LOS ORIENTALES Y MARÍA.

Mensaje sin leer por Julio Gonzalez Alonso »

Me has hecho evocar, de un golpe de amor oriental y fado y vino verde, todas las veces que pisé las calles de Lisboa juntas y amontonadas, en revueltos recuerdos que suben a los tranvías y se deleitan en la desembocadura del Tajo. Y lo que es peor -o mejor, no sé- me han entrado unas ganas locas de volver. Seguro que en la próxima visita me acompaña el run-run de tu historia prosoversada.
Con un abrazo.

Salud
Margarita Mc Ewen
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Re: LOS ORIENTALES Y MARÍA.

Mensaje sin leer por Margarita Mc Ewen »

José Manuel Sáiz escribió:“Si sé no te lo cuento. Me has robado la idea. Además
aquí ni hay poesía ni se la espera”.
Posible comentario de María al leer este poema.


LOS ORIENTALES Y MARÍA
(historia robada de amor y fado a tres bandas)


Tengan cuidado si al caminar, al hablar, o mirar al cielo,
en las cercanías se encuentra algún poeta, fotógrafo,
o pintor de cuadros por ejemplo.
Podrían convertirles a ustedes sin quererlo
en protagonistas anónimos de una historia
sin saberlo.

Lean esto que demuestra lo que cuento.

María es una amiga que escribe versos.
Un día me contó cómo fue testigo del inicio
de un amor a dos bandas en un restaurante
de Lisboa, en la baixa, al caer la tarde.
A su izquierda, recuerda, cenaba una joven japonesa.
A su derecha hacía lo propio, un joven japonés.
En el centro estaba ella, María, de Soria,
como un juez de silla en un match
de guiños y palabras.

Aquel joven al principio
miraba discretamente a la joven desde su mesa.
Esta se dejaba mirar y miraba a su vez al joven
cuando éste no miraba. Discretamente mi amiga
miraba a su derecha y a su izquierda a los orientales,
que se dedicaban a mirarse tan oblicua y discretamente.

Poco a poco
las miradas de ambos protagonistas derivaron en sonrisas;
y éstas en palabras indescifrables (dada la orientalidad
de los comensales y la ignorancia de mi amiga
en ese idioma). Las palabras se hicieron frases;
las frases llevaron a un silencio que la joven aprovechó
para sentarse junto al joven (no porque los tiempos
hubieran cambiado la forma de abordarse hombres y mujeres,
sino más bien por educación, pues el joven, en este caso,
usaba muletas).

Finalmente cayó la tarde. Y allí dejó a los dos
comiéndose los ojos (y un arroz caldoso con vinho verde
y fado al fondo) mientras se decían al oído vaya usted
a saber qué cosas…

A la mañana siguiente, María se sorprendió
al encontrarse nuevamente a los dos japoneses
desayunando en aquel restaurante de la baixa.
Llevaban, eso parece, la misma ropa (ella con el pelo
algo alborotado, y él con sus muletas y alguna mancha
de carmín en la solapa).

Se parecían, me dijo ella, a los protagonistas
de Los formales y el frío, ya sabes, de Benedetti,
tu poema preferido.
Será más bien, en este caso, Los orientales y María,
me dije yo a mi mismo ladinamente
empezando a escribir el mío en un papel
sin su permiso.

Mi amiga dejó de repente de ser juez de silla
para convertirse en juez y parte
de su propia obra.

Tengan cuidado a quién cuentan
ustedes sus cosas (y más si escriben crónicas o versos).
Podrían convertirse, si hubiera otro poeta cerca,
en protagonistas sin saberlo de una historia
de arroz y fado a tres bandas, mientras te bailan
las musas con descaro.


--oOo--

De mi colección de poemas Prosoversados


Un abrazo cariñoso a mi colega ¿y amiga? María.

Me lo he pasado muy bien leyendo tu poema. La escena está viva. Un saludo.
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José Manuel Sáiz
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Israel

Mensaje sin leer por José Manuel Sáiz »

Israel Liñán escribió:Jose Manuel me dieron ganas de pedirme un vinito para seguir la escena más cómodamente.

Un poema que engancha, porque todos somos un poco cotillas y porque escribes de la hostia.

Un abrazo.


Gracias amigo. Sí, tienes razón, todos somos un poco cotillas... y algunos además ladrones de ideas, jeje. Pero aquí como en todo, al "enemigo" ni agua.
Un abrazo.
J. manuel
E. R. Aristy
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Mensaje sin leer por E. R. Aristy »

Creo que no te van a faltar nunca temas facinantes para enmarcar con hermosos versos como haces en:
LOS ORIENTALES Y MARÍA
(historia robada de amor y fado a tres bandas)

Un gran placer leerte, quisiera probar ese vinillo, verde?

Un fuerta abrazo,

ERA
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José Manuel Sáiz
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Re: re: LOS ORIENTALES Y MARÍA.

Mensaje sin leer por José Manuel Sáiz »

Julio González Alonso escribió:Me has hecho evocar, de un golpe de amor oriental y fado y vino verde, todas las veces que pisé las calles de Lisboa juntas y amontonadas, en revueltos recuerdos que suben a los tranvías y se deleitan en la desembocadura del Tajo. Y lo que es peor -o mejor, no sé- me han entrado unas ganas locas de volver. Seguro que en la próxima visita me acompaña el run-run de tu historia prosoversada.
Con un abrazo.

Salud



Gracias Julio. Yo también estuve en Lisboa, aunque no viví la historia que cuento. Y es una de mis ciudades preferidas quizás por lo decadente que tiene... junto con Oporto, parecen en algunos aspectos ciudades ancladas en los 70. Y si un día coincidimos, deja de mi cuenta un buen vinho verde o un oportito en el puerto.
Un abrazo.
J. manuel
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José Manuel Sáiz
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Re: LOS ORIENTALES Y MARÍA.

Mensaje sin leer por José Manuel Sáiz »

Margarita Mc Ewen escribió:
José Manuel Sáiz escribió:“Si sé no te lo cuento. Me has robado la idea. Además
aquí ni hay poesía ni se la espera”.
Posible comentario de María al leer este poema.


LOS ORIENTALES Y MARÍA
(historia robada de amor y fado a tres bandas)


Tengan cuidado si al caminar, al hablar, o mirar al cielo,
en las cercanías se encuentra algún poeta, fotógrafo,
o pintor de cuadros por ejemplo.
Podrían convertirles a ustedes sin quererlo
en protagonistas anónimos de una historia
sin saberlo.

Lean esto que demuestra lo que cuento.

María es una amiga que escribe versos.
Un día me contó cómo fue testigo del inicio
de un amor a dos bandas en un restaurante
de Lisboa, en la baixa, al caer la tarde.
A su izquierda, recuerda, cenaba una joven japonesa.
A su derecha hacía lo propio, un joven japonés.
En el centro estaba ella, María, de Soria,
como un juez de silla en un match
de guiños y palabras.

Aquel joven al principio
miraba discretamente a la joven desde su mesa.
Esta se dejaba mirar y miraba a su vez al joven
cuando éste no miraba. Discretamente mi amiga
miraba a su derecha y a su izquierda a los orientales,
que se dedicaban a mirarse tan oblicua y discretamente.

Poco a poco
las miradas de ambos protagonistas derivaron en sonrisas;
y éstas en palabras indescifrables (dada la orientalidad
de los comensales y la ignorancia de mi amiga
en ese idioma). Las palabras se hicieron frases;
las frases llevaron a un silencio que la joven aprovechó
para sentarse junto al joven (no porque los tiempos
hubieran cambiado la forma de abordarse hombres y mujeres,
sino más bien por educación, pues el joven, en este caso,
usaba muletas).

Finalmente cayó la tarde. Y allí dejó a los dos
comiéndose los ojos (y un arroz caldoso con vinho verde
y fado al fondo) mientras se decían al oído vaya usted
a saber qué cosas…

A la mañana siguiente, María se sorprendió
al encontrarse nuevamente a los dos japoneses
desayunando en aquel restaurante de la baixa.
Llevaban, eso parece, la misma ropa (ella con el pelo
algo alborotado, y él con sus muletas y alguna mancha
de carmín en la solapa).

Se parecían, me dijo ella, a los protagonistas
de Los formales y el frío, ya sabes, de Benedetti,
tu poema preferido.
Será más bien, en este caso, Los orientales y María,
me dije yo a mi mismo ladinamente
empezando a escribir el mío en un papel
sin su permiso.

Mi amiga dejó de repente de ser juez de silla
para convertirse en juez y parte
de su propia obra.

Tengan cuidado a quién cuentan
ustedes sus cosas (y más si escriben crónicas o versos).
Podrían convertirse, si hubiera otro poeta cerca,
en protagonistas sin saberlo de una historia
de arroz y fado a tres bandas, mientras te bailan
las musas con descaro.


--oOo--

De mi colección de poemas Prosoversados


Un abrazo cariñoso a mi colega ¿y amiga? María.

Me lo he pasado muy bien leyendo tu poema. La escena está viva. Un saludo.



Siempre digo, que haga lo que haga uno, siempre se ha de buscar pasarlo bien uno mismo y si se puede, también a los otros. Por eso me agrada mucho tu comentario.
Muchas gracias.
Un abrazo.
J. Manuel
Mario Martínez
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re: LOS ORIENTALES Y MARÍA.

Mensaje sin leer por Mario Martínez »

Hola José Manuel.
Historia prosoversada (vaya palabreja) y hermosa.
Tendremos cuidado, amigo mío, no nos conviertan en historia, leyenda o poema.
Me gustó la propuesta. Un abrazo.
Mario.
"La poesía es una límpida gota de emoción sobre la sucia e insensible cara del mundo"
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José Manuel Sáiz
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Era

Mensaje sin leer por José Manuel Sáiz »

E. R. Aristy escribió:Creo que no te van a faltar nunca temas facinantes para enmarcar con hermosos versos como haces en:
LOS ORIENTALES Y MARÍA
(historia robada de amor y fado a tres bandas)

Un gran placer leerte, quisiera probar ese vinillo, verde?

Un fuerta abrazo,

ERA


La vida es fuente inagotable de inspiración.
Que sean dos los vinillos verdes, el primer para brindar por tí, el segundo para saborear contigo.
Un abrazo, querida amiga.
J. Manuel
Gabriel Vidal
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Re: LOS ORIENTALES Y MARÍA.

Mensaje sin leer por Gabriel Vidal »

José Manuel Sáiz escribió:“Si sé no te lo cuento. Me has robado la idea. Además
aquí ni hay poesía ni se la espera”.
Posible comentario de María al leer este proso-poema.


LOS ORIENTALES Y MARÍA
(historia robada de amor y fado a tres bandas)


Tengan cuidado si al caminar, al hablar,
o al soñar despiertos,
en las cercanías se encuentra algún poeta, fotógrafo,
o pintor de cuadros.
Podrían convertirles a ustedes sin quererlo
en anónimos protagonistas por ejemplo de una historia
de amor, o de un poema, e inmortalizarles en una imágen
o fotografía sin saberlo.

Por favor, lean ustedes esto que confirma
lo que cuento.

María es una amiga que escribe versos. Y yo
un colega aficionado.
Un día me contó cómo fue testigo del inicio
de un amor a dos bandas en un restaurante de Lisboa,
en la baixa, al caer la tarde.
A su izquierda, recuerda, cenaba una joven japonesa.
A su derecha hacía lo propio, un joven japonés.
En el centro estaba ella, María, de Soria,
como un juez de silla en un match
de guiños y palabras.

Ella me decía que el joven al principio
miraba discretamente a la joven desde su mesa,
y que esta se dejaba mirar y miraba a su vez al joven
cuando éste no miraba. Discretamente mi amiga
miraba a su izquierda y a su derecha a los orientales,
que se dedicaban a mirarse oblicua y discretamente.

Poco a poco
las miradas de ambos protagonistas derivaron en sonrisas;
y éstas en palabras indescifrables (dada la orientalidad
de los comensales y la ignorancia de mi amiga
en ese idioma). Las palabras se hicieron frases;
las frases llevaron a un silencio que la joven aprovechó
para sentarse junto al joven (no porque los tiempos
hubieran cambiado la forma de abordarse hombres y mujeres,
sino más bien por educación, pues el joven, en este caso,
cojeaba de una pierna).

Finalmente cayó la tarde. Y allí dejó a los dos
comiéndose los ojos (y un arroz caldoso con vinho verde
y fado al fondo) mientras se decían al oído vaya usted
a saber qué cosas…

A la mañana siguiente, María se sorprendió
al encontrarse nuevamente a los dos japoneses
desayunando en aquel restaurante de la baixa.
Llevaban, eso parece, la misma ropa (ella con el pelo
algo alborotado, y él con sus muletas y alguna mancha
de carmín en la solapa).

Se parecían, me dijo ella, a los protagonistas
de Los formales y el frío, ya sabes, de Benedetti,
tu poema preferido.
Será más bien, en este caso, Los orientales y María,
me dije a mi mismo ladinamente
empezando a escribir el mío en un papel sin su permiso.

Mi amiga dejó de repente de ser juez de silla
para convertirse en juez y parte
de su propia escena.

Tengan cuidado a quién cuentan
ustedes sus cosas (y más si escriben crónicas o versos).
Podrían volverse, si hubiera un poeta cerca o amigo interesado,
protagonistas de una historia de arroz y fado a tres bandas,
mientras les bailan sin saberlo
las musas con descaro.


--oOo--

De mi colección de poemas Prosoversados


Un abrazo cariñoso a mi colega ¿y aún amiga? María.


Siempre me gustan tus historias

como un juez de silla en un match
de guiños y palabras

Un abrazo.
Hola
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