
No es deber de la calle mostrarse justa. Tampoco debería ser tendenciosa.
Solo tránsito y avenida. Aceras y plazuelas. Lugares para percibir el espectáculo de la mañana, sentir la vida que despierta por su propia voluntad y a las madres que arrancan el bizcocho y el zumo de frutas.
No es por sentir vergüenza. Pero hay gente que traga a todas horas.
La gente traga bajo la luna y continúa tragando en la puesta de sol. Algunos, invisibles ectoplasmas, ni siquiera respiran.
Mucha gente señala con el dedo a los foráneos.
No son de aquí. ¿A qué vendrán?
Nos quitan el trabajo. A robar. Solo vienen a robar.
¿Pero cómo hacer para evitar que nos roben el egoísmo, la indiferencia, la falta de escrúpulos, el rencor…?
Desde el resentimiento la calle habla, nos canta sus miserias y ríe sus consuelos.
En una servilleta, alguien escribió algo sobre la vida. Podríamos reunir a todos los que emborronan cuartillas y franquezas, a los que ocupan espacios virtuales y abren un blog para ofrecernos una ración de sus impresiones, de su espíritu o de su humor. Un día dejaremos de existir. Y no habrá retorno a ningún origen. Simplemente dejaremos de existir. Alguien abrirá un nuevo blog para mostrarnos sus sueños.
Las altas horas de la noche arrojan un enconado olor a tristeza. Pero los jardines se detienen en los huesos de los amantes. Habría que regresar de la carne a los huesos, mantener el veneno en su pureza.
Estoy cansado de dormir.
Hoy, voy a devorarme un poco.
Estampas cotidianas -3-
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