
La fe es el conocimiento del sentido de la vida humana,
conocimiento que hace que el hombre no se destruya sino que viva.
La fe es la fuerza de la vida.
León Tolstoi
A esta hora ya debe haberse arrancado el cuello
o colocarse una bala entre las cejas
porque eso sí
para matarse tenía el uno.
Iba de puerto en puerto o de cantina en cantina
haciéndose el fino
porque el alcohol es la octava maravilla
la que invierte distancias
y acelera los coches de niños ricos.
A esta hora debe estar vestido de morgue
con sábana blanca,
de allí fue donde nacieron los cuentos de fantasmas
porque eso sí
no se lo que tiene la muerte
que los viste de la misma manera
como un viejo batallón de ejército
de gorras y saludos
y poses de soldados famélicos.
La muerte es la novia del suicida
que le permite ir al pueblo con amigos,
le permite piruetas o saltos al vacío,
escribir para seguir muriendo
entre gastadas soledades de poetas.
A esta hora su reloj anda en reversa
porque la muerte es túnel en espiral de viaje a la infancia
y te acuerdas de la cara más linda,
del romántico beso que te levantó en peso
y te lanzó a la pantalla a competir con Brad Pitt
y fuiste un salvador entre marchitas flores de camelias
y de tu vieja en sus largos pasillos
protegiéndote del frío tu desnudo pecho,
ese que ahora incubará una bala
o un dolor de cuchillo
que besan tus entrañas
y la sangre te servirá de almohada
mientras tus ojos vacíos
como una negra noche
se van perdiendo
y perdiendo
en un interminable
laberinto
gitano