Re: Un gesto
Publicado: Mar, 15 Mar 2016 16:17
Rosa, muy merecida la distinción, recibe un fuerte abrazo, amiga.
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Muchas gracias por tu felicitación y amable comentario, José Manuel.jose manuel saiz escribió:Tu poesía siempre envuelve, lo hace con esa delicadeza que te nombra y te caracteriza. Un hermoso poema que no puedo dejar pasar sin felicitarte.
Un fuerte abrazo.
J. Manuel
Muchas gracias, Rafel.Rafel Calle escribió:Muy bello poema de Rosa.
Josefa A. Sánchez escribió:Me sumo a los comentarios que me preceden. Un poema de los que se recuerdan con un pálpito. Me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Pepa
xaime oroza carballo escribió:"vestirse de río" y el brillante rastro transparente de los "gestos de plata", suena muy cerca en mis sueños.
Muchas gracias por tanta generosidad, querida Hallie.Hallie Hernández Alfaro escribió:Excelencia a más no poder, Rosa.
De pie para los aplausos.
Abrazos y felices horas.
Rosa Marzal escribió:Marisa Peral escribió:Muchas gracias, querida compañera. Es tu visión sensible la que hace grande este intento mío de poesía.Rosa Marzal escribió:
Inmenso poema, Rosa!!
Me quedo sin palabras y me siento chiquitita cuando te leo porque tu poesía es pura y llena de matices que me van llevando, verso a verso, hasta el final de poema y entonces... vuelvo a empezar para disfrutar lentamente de todo lujo de detalles.
En serio, es un placer auténtico, felicidades.
Un abrazo.
Un fuerte abrazo y mis deseos de una pronta recuperación, Marisa.
Gracias, querida Mitsy. Un beso, amiga.Mitsy Grey escribió:Un hermoso gesto transparente, Rosa. Indudablemente, tu estilo. Felicidades, poetisa.
Un beso.
Mitsy
Así es, Ricardo. Gracias por llegar hasta mis letras, querido amigo.Ricardo José Lascano escribió:Rosa Marzal escribió:Hizo falta un gesto tan solo
y la negrura se nos cayó de las manos,
y la palabra salió de su trinchera
y arrojó su fusil de suicidios.
Tan solo un gesto mío, un gesto tuyo
unidos para un único destierro:
y yo que negaba el alma de las piedras,
y tú, que maldecías la vida, sus amargas escamas,
tuvimos que arrojar nuestro luto
y vestirnos de río
y dejarnos fluir en el hilo de un gesto de plata.
“He aquí las venas de mi silencio
míralas, ya no sangran,
ahora pregunto por el niño perdido
de tu Nombre”
Y las máscaras dejaron de pegarse a tu piel, a la mía,
y un latido ciego despertó de su eterno letargo:
el latido de un animal casi muerto,
casi descuartizado
por las manos doloridas del miedo.
Hizo falta mirarnos a los ojos más hondo,
más en verde,
más hondo,
hasta hacernos de vidrio.
Cuánta intensidad que logras resolviendo la templanza luego de la extenuación, pareciera restaurarse detrás del descenso como un amanecer. Hay fe y esperanzas disueltas en las letras.
Gracias por tanto arte.
Amiga.
RJL
Felipe Fuentes García escribió:Rosa Marzal escribió:Hizo falta un gesto tan solo
y la negrura se nos cayó de las manos,
y la palabra salió de su trinchera
y arrojó su fusil de suicidios.
Tan solo un gesto mío, un gesto tuyo
unidos para un único destierro:
y yo que negaba el alma de las piedras,
y tú, que maldecías la vida, sus amargas escamas,
tuvimos que arrojar nuestro luto
y vestirnos de río
y dejarnos fluir en el hilo de un gesto de plata.
“He aquí las venas de mi silencio
míralas, ya no sangran,
ahora pregunto por el niño perdido
de tu Nombre”
Y las máscaras dejaron de pegarse a tu piel, a la mía,
y un latido ciego despertó de su eterno letargo:
el latido de un animal casi muerto,
casi descuartizado
por las manos doloridas del miedo.
Hizo falta mirarnos a los ojos más hondo,
más en verde,
más hondo,
hasta hacernos de vidrio.
Espléndido, Rosa, de calado y con la palabra justa.
Ha sido un placer leerte, amiga.
Recibe un abrazo.
Felipe.
Rosa Marzal escribió:Hizo falta un gesto tan solo
y la negrura se nos cayó de las manos,
y la palabra salió de su trinchera
y arrojó su fusil de suicidios.
Tan solo un gesto mío, un gesto tuyo
unidos para un único destierro:
y yo que negaba el alma de las piedras,
y tú, que maldecías la vida, sus amargas escamas,
tuvimos que arrojar nuestro luto
y vestirnos de río
y dejarnos fluir en el hilo de un gesto de plata.
“He aquí las venas de mi silencio
míralas, ya no sangran,
ahora pregunto por el niño perdido
de tu Nombre”
Y las máscaras dejaron de pegarse a tu piel, a la mía,
y un latido ciego despertó de su eterno letargo:
el latido de un animal casi muerto,
casi descuartizado
por las manos doloridas del miedo.
Hizo falta mirarnos a los ojos más hondo,
más en verde,
más hondo,
hasta hacernos de vidrio.