Ignacio Mincholed escribió: ↑Dom, 03 Ago 2025 19:03
Disculpad, vuelvo porque considero oportuno incorporar un complemento:
Una nota sobre la Inteligencia.
Empecinarse; esto es, obstinarse, repetir, insistir, porfiar es una característica inevitable de la IA; evidentemente al no razonar y, consecuentemente no poder mantener un debate. Esta particularidad es algo que tiene en común con algunos humanos, cuando la razón no les asiste y, en vez de rectificar, se decantan por empecinarse y solo les queda huir hacia adelante; trayecto poco fecundo este, en ambos casos.
Parece que sí se pueden hacer debates con ella, hoy he leído la noticia de un chico que se suicidó después de largo tiempo enamorado de su chatbox. En la pantalla la veía como a Daenerys, la rubia radiante de juego de tronos. El caso es que en un momento determinado, ya completamente apasionado, él le lanzó una pregunta a la IA y ella contestó como no debÍA, y el chico se suicidó. Trágico, pero es una realidad a la que tendremos que prestar cada vez más atención (como si no tuviéramos ya bastantes cosas por delante).
Creo que un buen uso podría servir para fomentar la creatividad. A un nivel privado, le lanzas una pregunta, y puede darte alguna pista de por donde seguir, si es que estás construyendo algo, economizas fuerzas para poder dirigir tu atención a lo esencial. Una lectura positiva. Sin embargo, a poco que hayas probado con ello, a mí me queda una sensación de ecolalia, o de que no voy a mejorar mi creatividad ateniendo a ello, o de que es algo sospechosamente parecido a la masturbación mental, vía métodos ingenieriles, y prefiero con mucho la masturbación vía métodos tradicionales.
Lo que encierra es una lógica que estaba ya inscrita en el hombre desde aquel primer inocente "cogito ergo sum", con el que Descartes abría paso hacia el racionalismo occidental. Lo que tenía el racionalismo occidental, así lo vieron muchos filósofos como Schopenhauer, Nietzsche, o Heidegger, que yo haya leído, es que confiaban su creencia de la vida a la división entre el sujeto y el objeto. El sujeto lo conocía, y el objeto se dejaba conocer. Casi es un juego de carantoñas a lo largo de la historia. Mediante ese tipo de lógica se fue comprobando que la ciencia avanzaba, había resultados tangibles. Todo ello rubricó la creencia en el progreso, y la creencia que predomina hoy de una forma avasalladora y erosionante, y es que si se puede conocer, y obtener resultados de ello, hay que conocerlo, y si se puede hacer, hay que hacerlo, merced a nuestro espíritu constructivo, cueste lo que nos cueste. El problema de dislocación viene con lo que las religiones orientales denominan como lógica dual. Al separarse el hombre más de sí mismo en busca de un objeto cada vez más ínfimo de conocer, lo que hace es convertirse en víctima, de alguna forma, de su propia separación (occipital), y ya completamente objetivado, diera por concluida la tendencia azarosa, indeterminista, y gozosamente creativa de su propio ser. Todas las tendencias actuales indican las dimensiones incoherentes y grotescas que este pequeño olvido del hombre, olvidarse de su ser, puede traer en una sociedad tan crecientemente compleja como simplemente conceptualizada como la nuestra.