Editorial Alaire

Juan Fionello escribió:Siempre me resulta asombrosa, al leer tus poemas, la sensación de estar viendo a través de tus ojos, como mirar por un caleidoscopio.

Excelente poema, como suelen ser los tuyos.

Un fuerte abrazo.

Nésthor Olalla escribió:siempre es un placer entrar en casa, compañero; aunque esté fría.


Un gusto

Josefa A. Sánchez escribió:Inmensa la fuerza de esos recuerdos que aun recorren los pasillos de esa casa arrugada e inmensa la fuerza de las palabras con que lo expresas.
Un abrazo.
Pepa

Tristany Joan Gaspar escribió:Excelente este poema Ramón que recuerdo perfectamente haber leído pero que veo que no comenté.
La casa tiene es visión fría que se contrapone a la calidez de tu nostalgía y a todos los mundos que abres con tu exposición.
me ha fascinado este poema que me pareció genial en su momento y me lo sigue pareciendo ahora que lo he releido.

Un fuerte abrazo

Joan

Ramón Carballal escribió:Las tres, las tres tenían alas y fueron pájaro.

Ya está aquí la luz de rotundas caderas
y esa pérgola que tanto amaba el viaje.

Sobre un fondo blanco la sonrisa,
la inocencia, aquella chispa florecida en pupilas
bajo la seda y las cejas negras.

Tan sólo una fotografía
o acaso el sueño de los ángeles en su pelo de azúcar,
en su noviembre de serpentinas y frío.

Es la carne un sepulcro astillado
por palabras de nieve y hogares de cloroformo.

De un lado a otro la pelota recorre la insolencia del pasillo
(así es, madre, el largo río de la sangre, el ímpetu,
la estrategia que sigue la pantera), después el cuerpo se agota
y llega la música y se mueren las plantas derrotadas por el alfil,
la sombra, los pétalos ojerosos de la luz.

Aún vivo en esa casa, su piel es rugosa como lo es la memoria,
su corazón ama el verde de la esmeralda
(yo viajo por sus laberintos de flores,
y me detengo como abeja en primaveras que no existen).

E. R. Aristy escribió:

Ramón Carballal escribió:Las tres, las tres tenían alas y fueron pájaro.

Ya está aquí la luz de rotundas caderas
y esa pérgola que tanto amaba el viaje.

Sobre un fondo blanco la sonrisa,
la inocencia, aquella chispa florecida en pupilas
bajo la seda y las cejas negras.

Tan sólo una fotografía
o acaso el sueño de los ángeles en su pelo de azúcar,
en su noviembre de serpentinas y frío.

Es la carne un sepulcro astillado
por palabras de nieve y hogares de cloroformo.

De un lado a otro la pelota recorre la insolencia del pasillo
(así es, madre, el largo río de la sangre, el ímpetu,
la estrategia que sigue la pantera), después el cuerpo se agota
y llega la música y se mueren las plantas derrotadas por el alfil,
la sombra, los pétalos ojerosos de la luz.

Aún vivo en esa casa, su piel es rugosa como lo es la memoria,
su corazón ama el verde de la esmeralda
(yo viajo por sus laberintos de flores,
y me detengo como abeja en primaveras que no existen).

Extraordinarias y bellas imagenes, como siempre, Ramon, gran poeta.


Abrazos,
E. R. Aristy

Miguel Iervolino escribió:Hay muchos logros en esta excelente poesía. Me gustó el dominio de la metáfora y la singularidad del estilo. Enhorabuena y un saludo.

Rafel Calle escribió:La casa de la personalísima metáfora de Ramón

Julio González Alonso escribió:¡Qué impresionante poema y qué bueno y oportuno su rescate por Rafa! El carácter descriptivo está sumergido en metáforas sugerentes y evocadoras de las experiencias vividas que te remiten a espacios y tiempos tan presentes como pretéritos. Una felicidad repasar la hemeroteca poética de Alaire.
Salud.