Editorial Alaire

J. J. M. Ferreiro escribió:A mi me parece que el poema es este:


Amor, el viaje nos ilumina, enciende nuestra estatura,
pone candiles en los ojos del suspiro, París emerge
como una hiena dulce, atemperada en rojos,
mordida por el agua de los sueños.
Amanecimos como navíos agrestes,
asomados al delirio de un surtidor gris,
era otoño, la luz posaba sus párpados de vieja
en los naranjos taciturnos, cerca de Ópera
el verde era más verde, los cafés formaban un remolino
de relojes azules, la prisión de los semáforos,
los puestos de flores, vaciaban su eco
como nenúfares ambiguos.

Fue allí,
donde la sombra acicala su mortal precipicio,
donde hombres desdentados asoman sus mutiladas formas,
donde los museos crecen como ratoneras de cristal,
fue allí en esa pared dibujada por el dios de la muerte,
por los nudillos negros, donde el mercurio de las venas
columpió sus crines.

París de tejados nobles, de cúpulas y formas de ángel,
de hambre y ríos de luz; yo no soy nadie,
pero una antigua senda de pronto me lleva a tus cráteres,
me enciende en tus signos y me devuelve a la verdad de tus arterias.

Tiene una fuerza inusitada, desmitificadora de la versión colorista y cinéfila americana, romántica acaramelada de "Un americano en Paris" (por cierto, mágnífico musical) y otras peliculas "made in Hollywood".

Unha aperta, amigo Ramón.

Pepa Ortiz escribió:Bueno Ramón, coincido plenamente con el comentario de Ferreiro, le añado que puedas encontrarte en tu poema con la verdad de sus arterias y encender sus signos, toque melancólico mutando a la pasión.
Un abrazo, Pepa

Alonso de Molina escribió:de todos los versos, imágenes, -unas
más cegadoras que otras -
me quedo con estos


fue allí en esa pared dibujada por el dios de la muerte,
por los nudillos negros, donde el mercurio de las venas
columpió sus crines.




un gusto Ramón, leerte en esta mañana
desde el entorno rural donde me encuentro,
justo en la cuenca del río Almanzora (y con una buena señal de Internet).

un abrazo puenteado

.

Valentin Martin escribió:El mundo se derumba y nosotros nos enamoramos: esta frase, tan ligada a Paris y su leyenda, resume la fuerza cegadora del amor. La que está también en este poema de lujo, donde la poesía camina con su mensaje de buena, buena literatura y su pleitesía a un sentimiento universal. Un poema muy trabajado, con el resultado final de una conquista poética en toda regla.
Abrazos.

Óscar Distéfano escribió:Un poema bien escrito. Se lee con placer y de corrido.
Yo recibo este País que nos ofreces como la visión
de un poeta valiente en sus percepciones.

Un abrazo.
Óscar

Bibiana de Febrero escribió:Inmenso poema. Un enorme placer recorrer estas letras.
Saludos!

Amor, el viaje nos ilumina, enciende nuestra estatura,
pone candiles en los ojos del suspiro, París emerge
como una hiena dulce, atemperada en rojos,
mordida por el agua de los sueños.
Amanecimos como navíos agrestes,
asomados al delirio de un surtidor gris,
era otoño, la luz posaba sus párpados de vieja
en los naranjos taciturnos, cerca de Ópera
el verde era mas verde, los cafés formaban un remolino
de relojes azules, la prisión de los semáforos,
los puestos de flores, vaciaban su eco
como nenúfares ambiguos.

Cavicchia escribió:Un gran poema, me quedo leyéndolo antes de cerrar el Pc.

Como broche de la jornada de este domingo.


Saludos Amigo Ramiro.

carmen iglesia escribió:Para mí tu París, es Roma... y, por supuesto, Madrid... En realidad cualquier ciudad puede hacernos vivir momentos inolvidables... Recuerdo que en Marrakech fui feliz... de eso va tu poema...

Y de tu fidelidad a una manera determinada de contar...

Besotes grandes.

Carmen

Blanca Sandino escribió:

Amor, el viaje nos ilumina, enciende nuestra estatura,
pone candiles en los ojos del suspiro, París emerge
como una hiena dulce, atemperada en rojos,
mordida por el agua de los sueños.
Amanecimos como navíos agrestes,
asomados al delirio de un surtidor gris,
era otoño, la luz posaba sus párpados de vieja
en los naranjos taciturnos, cerca de Ópera
el verde era mas verde, los cafés formaban un remolino
de relojes azules, la prisión de los semáforos,
los puestos de flores, vaciaban su eco
como nenúfares ambiguos.

Pues a mí me gustaría pasearme un ratillo por tu París. No sé cuánto de largo, quizá hasta que encontrara remolinos de relojes azules, y esos puestos de flores que vacían su eco como nenúfares ambiguos. La luz que ilumina ese París que emerge como una hiena dulce, tiene que ser inolvidable.

Aplausos.

Blanca