Re: Holocausto sin paisaje - Reeditado
Publicado: Vie, 23 May 2025 8:09
HOLOCAUSTO SIN PAISAJE, DE MARISA PERAL
viewtopic.php?p=624093#p624093
Marisa Peral nos entrega en Holocausto sin paisaje un poema de fuerza telúrica, profundamente dolido y lúcido, donde la memoria del horror se convierte en un campo de batalla lingüístico en el que cada verso clama por justicia, por redención, por no ser olvidado.
La estructura del poema se apoya sobre una anáfora insistente —“Imposible olvidar”, “difícilmente”— que actúa como letanía, como un canto de duelo que repite lo irrepetible para evitar que se diluya en la desmemoria. Esta repetición obsesiva no solo es un recurso retórico eficaz, sino un acto ético: recordarlo todo, incluso lo insoportable, incluso lo inenarrable.
Marisa construye su poema con una imaginería densamente apocalíptica. La naturaleza es testigo y cómplice del horror: “el humeante ojo del relámpago”, “el infecto latido del trueno”, “el aire irrespirable color ala de mosca”. La violencia humana contamina el paisaje hasta hacerlo desaparecer, borrando cualquier geografía reconocible. No hay árboles, ríos ni montañas: solo ruinas, sangre, fuego y cuerpos. De ahí el título, Holocausto sin paisaje, que invierte el tópico romántico del paisaje como espacio de contemplación estética o espiritual para mostrarnos una devastación sin contornos, sin consuelo, sin retorno.
La autora también denuncia la corrupción del lenguaje, su instrumentalización (“la daga en las bocas justificando culpas”), y revela cómo la barbarie alcanza incluso a los más inocentes: los niños “juegan a ser soldados” y envejecen en vida por la sed y el hambre. Se detecta aquí una crítica directa a los ciclos de odio heredado, a la educación bélica, a la deshumanización sistemática.
En el último tramo del poema, Marisa lleva la obra hacia una abstracción casi metafísica: el “gran animal que somos” se convierte en símbolo de la humanidad alienada, brutalizada, que lanza proclamas desde el miedo. La voz poética advierte que las heridas del horror no son solo físicas, sino también mentales, históricas, simbólicas: “el eco de trenes desbocados”, “las noches de espinas de cadáver andante” evocan imágenes del Holocausto nazi sin nombrarlo, y sin limitarse a él, proyectando la tragedia a todo genocidio, a toda guerra, a todo exilio.
El verso final resume con estremecedora precisión el núcleo del poema: la contradicción insalvable entre lo que los soldados son —niños forzados a matar— y lo que desean: “no ser ni estar en este terrible holocausto sin paisaje”. El oxímoron de “ser y no estar” condensa una disociación identitaria, una imposibilidad de pertenencia y existencia en un mundo roto.
En fin, la poeta y miembro de la Academia de Poesía Alaire Marisa Peral, en Holocausto sin paisaje no solo crea un poema contra el olvido, también firma una advertencia sobre las grietas del presente y un lamento por las víctimas del fuego que no cesa. Su potencia ética, su precisión lírica y su mirada sin concesiones lo convierten en un testimonio poético de enorme relevancia.
Te envío mi enhorabuena, querida amiga Marisa, por esta inolvidable obra, junto a un fuerte abrazo.
viewtopic.php?p=624093#p624093
Marisa Peral nos entrega en Holocausto sin paisaje un poema de fuerza telúrica, profundamente dolido y lúcido, donde la memoria del horror se convierte en un campo de batalla lingüístico en el que cada verso clama por justicia, por redención, por no ser olvidado.
La estructura del poema se apoya sobre una anáfora insistente —“Imposible olvidar”, “difícilmente”— que actúa como letanía, como un canto de duelo que repite lo irrepetible para evitar que se diluya en la desmemoria. Esta repetición obsesiva no solo es un recurso retórico eficaz, sino un acto ético: recordarlo todo, incluso lo insoportable, incluso lo inenarrable.
Marisa construye su poema con una imaginería densamente apocalíptica. La naturaleza es testigo y cómplice del horror: “el humeante ojo del relámpago”, “el infecto latido del trueno”, “el aire irrespirable color ala de mosca”. La violencia humana contamina el paisaje hasta hacerlo desaparecer, borrando cualquier geografía reconocible. No hay árboles, ríos ni montañas: solo ruinas, sangre, fuego y cuerpos. De ahí el título, Holocausto sin paisaje, que invierte el tópico romántico del paisaje como espacio de contemplación estética o espiritual para mostrarnos una devastación sin contornos, sin consuelo, sin retorno.
La autora también denuncia la corrupción del lenguaje, su instrumentalización (“la daga en las bocas justificando culpas”), y revela cómo la barbarie alcanza incluso a los más inocentes: los niños “juegan a ser soldados” y envejecen en vida por la sed y el hambre. Se detecta aquí una crítica directa a los ciclos de odio heredado, a la educación bélica, a la deshumanización sistemática.
En el último tramo del poema, Marisa lleva la obra hacia una abstracción casi metafísica: el “gran animal que somos” se convierte en símbolo de la humanidad alienada, brutalizada, que lanza proclamas desde el miedo. La voz poética advierte que las heridas del horror no son solo físicas, sino también mentales, históricas, simbólicas: “el eco de trenes desbocados”, “las noches de espinas de cadáver andante” evocan imágenes del Holocausto nazi sin nombrarlo, y sin limitarse a él, proyectando la tragedia a todo genocidio, a toda guerra, a todo exilio.
El verso final resume con estremecedora precisión el núcleo del poema: la contradicción insalvable entre lo que los soldados son —niños forzados a matar— y lo que desean: “no ser ni estar en este terrible holocausto sin paisaje”. El oxímoron de “ser y no estar” condensa una disociación identitaria, una imposibilidad de pertenencia y existencia en un mundo roto.
En fin, la poeta y miembro de la Academia de Poesía Alaire Marisa Peral, en Holocausto sin paisaje no solo crea un poema contra el olvido, también firma una advertencia sobre las grietas del presente y un lamento por las víctimas del fuego que no cesa. Su potencia ética, su precisión lírica y su mirada sin concesiones lo convierten en un testimonio poético de enorme relevancia.
Te envío mi enhorabuena, querida amiga Marisa, por esta inolvidable obra, junto a un fuerte abrazo.