Editorial Alaire

Cavicchia escribió:Maravilloso poema, su final se diluye hermosamente.

Un abrazo.

Ligia Calderón Romero escribió:Ramón Carballal,

Ramón siempre un honor llegar hasta tus letras, estas con una gama de imágenes impregnadas de tu magia, excelente escrito que toco los lugares más rec´nditos del alma.
Saludos Ramón y mis felicitaciones por tu excelsa obra.
Ligia

José Manuel Sáiz escribió:Como siempre, como acostumbras: un excelente poema. Sus virtudes ya han sido descritas con mayor solvencia por otros compañeros. Pero me queda felicitarte y decirte que tus versos han acariciado suave y liricamente mi sentir.
Mi enhorabuena y mi abrazo.
J. manuel

Gustavo Cavicchia escribió:Nunca termina el viaje, la dualidad de la vida, su esperanza y su agonía en el alma que no entiende, en la mente que trata de entender el porque de las esperas.

Siempre tu poesía es interna y maravillosa, con un vaso de cenizas en una mano donde se refleja el universo de tu vida, inmensa, como la noche

Un abrazo poeta.

Blanca Sandino escribió:Pues pensé que lo había comentado, pero... no sé.

No importa. Me gustó mucho, y me impresionó cuando lo leí la primera vez. Volver a leerlo ha sido recuperar aquel primer momento.

Aplausos, Ramón.


Blanca

Rafel Calle escribió:Muy hermoso poema, amigo Ramón.
Tu imaginación desbordante no da tregua a las retinas del indefenso lector y lo adentra en el fantástico mundo del poeta.
Ha sido un placer leerte. Felicidades.
Te mando un fuerte abrazo.

Ramón Carballal escribió:
No es un anuncio, es la miel de una sombra,
las pisadas de un gong que no teme el crepúsculo,
la noche o la duda.

A través de los cristales de un río,
conmovida por los surcos de un viaje
al dolor.
Así, tú, tan parecida a una lágrima abierta
sobre los nenúfares del tiempo.

¿Qué es lo que claudica cuando las alas
ejercen su nombre? No lo pienses,
aquí estamos en el centro del misterio,
pisando playas, en medio de un puente llamado Carlos,
casi en el sur, entre fresas y calles sin labios,
junto a los bosques que aún sangran
como madres de la tierra.

Sí, acompáñame a los canales, tan perfectos,
con su soga de luces, París como una frente traicionada
-allí el episodio de los restaurantes inútiles,
salidas o entradas, palabras cuya geometría se vació en tejados,
después las crines que una isla puso en su féretro,
el azul cansado de perder pupilas-.

Nuestra libertad paga un precio de relojes sin alma,
volvamos a las plazas que nos nombran,
al sueño imposible de las aceras,
tengo en la mano un vaso de ceniza
y en él te reflejas, inmensa
como la noche.