Por los túneles

[Ana Muela Sopeña]

Gracias, Alejandro, por comprender:

Un beso grande
Ana

[F. Enrique]

El dolor es tan fuerte en una cama que la palabra dada es una luz híbrida del instinto de la muerte. Respiro sin saber adónde voy. Intento que la vida sea vida.
Imito la dulzura en mi mirada, pero todo desciende por los túneles de un tiempo inenarrable sin heridas. Poco a poco me cuesta respirar, percibo que este mundo es solo un sueño. Suenan los estertores de mi pecho y entremezclan ternura con morfina. La disnea me lleva por abismos donde todo se vuelve infierno y lodo. Resuenan las campanas de domingo en la distancia abierta de los árboles. Avanza sin cesar la herida silenciosa. Una agonía lenta y sin esquinas me está atrapando el alma con tenazas de un suave sumidero lleno de las toxinas del demonio. Todo se va tornando lluvia y lava en mitad de la grieta más profunda.
Esta agonía duele y se retuerce en los estercoleros de suburbios que pugnan por gritar entre tinieblas. Una pasta que sabe a pesadilla me dicta los segundos sin un guion, para eludir el túnel sin excusas. Pero el de la guadaña solo espera el momento preciso entre las sombras, para atacarme solo y sin piedad entre lobos hambrientos de manadas. Soy un hombre desnudo ante el destino. Vulnerable a las trampas de sicarios y es tanto el riesgo último que corro que lloro de pavor existencial. Cada minuto soy exterminado con la combinación exacta y densa de las medicaciones que me guían por caminos de muerte ya pactada.


Ana Muela Sopeña

Para enmarcarlo, pocas veces he encontrado este infierno tan bien descrito.

Un abrazo.

[Ana Muela Sopeña]

Así es, Era:

El paciente que cuidé durante dos meses en un hospital fue exterminado por decisión de los médicos y de la familia. Terrorífico... pero así fue.

No le dolía nada. No quería sedación paliativa terminal ni eutanasia. Quería vivir o... muerte natural. Pero no hicieron casos de sus deseos.

Todavía siento el trauma de no haber podido hacer nada. Presenté su petición escrita y firmada pero no la tomaron en cuenta.

Muy fuerte...

Un abrazo
Ana

[F. Enrique]

Vuelvo a tu poema, Ana; me estremece.

Un abrazo.

[F. Enrique]

Así es, Era:

El paciente que cuidé durante dos meses en un hospital fue exterminado por decisión de los médicos y de la familia. Terrorífico... pero así fue.

No le dolía nada. No quería sedación paliativa terminal ni eutanasia. Quería vivir o... muerte natural. Pero no hicieron casos de sus deseos.

Todavía siento el trauma de no haber podido hacer nada. Presenté su petición escrita y firmada pero no la tomaron en cuenta.

Muy fuerte...

Un abrazo
Ana

Increíble. No tenemos entrañas en estos días.

[Ana Muela Sopeña]

Gracias, Ventura por venir y brindarme tus impresiones.

Un fuerte abrazo
Ana

[F. Enrique]

No me importa que sea prosa o verso, Ana, es definitivamente tu poema, para guardarlo entre nuestras penas.

Un abrazo.

[Ana Muela Sopeña]

Hola, F. Enrique:

Muchas gracias por tus palabras.

Leeré a Marta Agudo. No la conozco...

Un fuerte abrazo
Ana

[Ana Muela Sopeña]

No me extraña que te estremezca. Es una agonía real.

Un fuerte abrazo, poeta.
Ana

[Ana Muela Sopeña]

Bueno... hay muchos asesinatos en centros médicos disfrazados de compasión, para quitar el dolor, para que el paciente no sufra, etc.

Si el paciente no puede más y pide esa sedación pues muy bien. Le quita el dolor y muere dormido.

Pero ¿Y si al paciente no le duele nada? ¿y si el paciente quiere vivir aunque sea un día más, una semana más, un mes más, un año más? ¿Quiénes son los médicos y la familia para arrebatarle la vida? ¿es que la vida no vale nada? ¿es que la libertad del paciente no vale nada?

[Ana Muela Sopeña]

Hola, F. Enrique:

Mi paciente no tenía cáncer. Tenía bacteriemia. Dos veces la contrajo. La bacteriemia es como una septicemia pero sin llegar al fallo sistémico. El caso es que los médicos, en complicidad con la familia decidieron que el paciente no tenía calidad de vida y debía morir. Y que tenía mucho dolor. Sin embargo al paciente no le dolía nada. Y... deseaba vivir. Él deseaba vivir aunque fuera un día más, una semana más, un mes más, un año más. Firmó un consentimiento informado de que no le durmieran. De que no le hicieran sedación paliativa terminal. De que no le eutanasiaran. Pero los médicos ya no lo querían. Y los hermanos tampoco. Ha sido una de las experiencias más terribles de mi vida. Ver cómo literalmente habían decidido exterminarlo.

El 23 de octubre fue el último día que lo cuidé. El 24 me echaron porque no me uní a la idea de exterminarlo. El 28 de octubre murió.

Todavía estoy traumatizada. El 22 de octubre mi paciente lloraba. Sabía o intuía lo que le esperaba.

Determinadas unidades de paliativos son una máquina de despoblación.

[Ana Muela Sopeña]

Sí, F. Enrique:

Un infierno...

Un beso
Ana

[Ana Muela Sopeña]

Gracias, Ara:

Es cierto... la poesìa hace bello lo terrible.

Un beso enorme
Ana

[F. Enrique]

Entiendo, Ana, que vivas en la oscuridad desde el último homicidio. Tú eres luz con un muerto al que Ginsberg no le enseñó a morir.

Un abrazo levanta el ánimo, pero no esconde a la muerte.

[Ana Muela Sopeña]

Sí, la pena...