Editorial Alaire

Describes muy bien esa dicotomía que se instala en nosotros, ante un amor que hemos querido tanto Un intento de curación, de no quererla tanto y de un no olvidarla nunca, porque hacerlo nos destruye. Un abrazo.

Hoy ya no te quiero y aún así
seguramente no he dejado de quererte nunca,
Te quise... y quien sabe si te quiero, aunque ya no sepa
si es quererte o tan solo una forma de no olvidarte
del todo, de no perder el pulso del recuerdo, el latido, la fe, la calma.

El amor no deja de ser. No muere. Si deja de ser, si muere, entonces nunca fue amor.

Ahora, claro, si resulta ser un amor imposible; uno, más tarde o más temprano, con mayor o menor dolor, con más o menos dificultad, "da vuelta la hoja", por decirlo de algún modo, y así vuelve a estar listo para vivir sin ese amor, y para vivir un nuevo amor. Pero eso no significa que aquel amor haya muerto. Porque el amor no muere. Es eterno.

El problema es que no hay palabras para expresar esa realidad. No hay palabras. Porque la vida y el amor son realidades profundas, trascendentes, y el lenguaje es apenas una herramienta, nuestra, limitada, como nosotros mismos, que somos, de la vida y el amor, apenas un "algo", un "alguito" nomás.

Lograr poner, de algún modo, en palabras, esa realidad, ya es arte. Y este poema lo hace.

Un fraterno saludo desde el sur del mundo (la Patagonia).

Lisandro