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Gracias a ti por acercarte a esta ventana, Arturo.Arturo Rodríguez Milliet escribió:
Entrañable relato que nos recuerda la inocente visión
que teníamos del mundo, donde todo era fascinante y nada peligroso.
Gracias por compartir, un abrazo.
El título es definitivo, jajajaja.Carmen López escribió:
Desde el título, que nos trae el recuerdo de Memorias de África, ya me ha empezado a gustar el relato, Marisa (ya lo había leído, de incógnito, eso sí).
Me ha encantado, es muy vívido desde los ojos de la infancia, donde una niña relata sin comprender el por qué no esta permitido que juegue con las gallinas, hasta la resolución de ese misterio en forma de peligro.
La foto (en la que se te ve muy guapa) es la perlita que endulza ese recuerdo totalmente hermoso de tu infancia en Guinea.
Abrazotes.
Carmen
Antonio Urdiales escribió:
Uno se adentra desde el principio fácilmente en esta lectura, que presumo autobiográfica y escrita con la visión de los ojos del recuerdo y cuya ternura me ha encantado.
Un abrazo y Feliz 2021
Marisa Peral escribió: ↑Jue, 21 May 2020 20:10 Yo tenía un gallinero en África
Desde mis ojos de niña África era un paraíso.
Allí viví mis primeros años de infancia ignorando, en mi bendita inocencia, todos los peligros visibles e invisibles.
El gallinero era como una seducción y a la vez era territorio prohibido.
Yo me escabullía y me iba a jugar con las gallinas.
Las hacía correr y hasta volar, cacareaban escandalosas y era entonces cuando me descubrían.
El riesgo, el verdadero peligro estaba en entrar dentro de aquella caseta hecha con cuatro tablas
y una tela de metálica, pero yo no lo sabía y no entendía que no me dejasen ir allí a jugar.
Era mi casita – a mí me parecía eso- y entraba en cuanto se descuidaban, para recoger los huevos de la puesta del día.
Un día, mientras estaba distraída en la casita, entró el Boy que vigilaba el gallinero y después de destrozar los palos en los que descansaban las gallinas, empezó a gritarme en Pamue, su idioma natal, yo estaba asustada, muy quieta. No entendía nada, pero tampoco lloraba.
Entonces apareció mi madre, interrogó a Hipólito, me cogió del brazo y casi me arrastró hasta casa.
Dentro del gallinero había una mamba verde. Ese era el peligro, entraban para comerse los huevos y esa era la razón por la que yo no podía estar allí.
Esta serpiente arborícola es venenosa y su mordedura letal.
A la mañana siguiente el gallinero había desaparecido y las gallinas también.
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© Marisa Peral Sánchez
Fue en Guinea Ecuatorial, una infancia muy feliz.Ana Estepa escribió: ↑Mié, 11 May 2022 17:20 Qué suerte la tuya de vivir tu infancia en cualquier lugar de África.
Preciosos recuerdos y muy buen relato.
F. Enrique escribió: ↑Jue, 12 May 2022 9:00
Supongo, Marisa, que como Saint-Exupéry, quedaste atrapada por el mal de África, ese mal no tiene cura para quienes hemos vivido alguna vez en el desierto, para quienes hayamos compartido alguna sonrisa con un nativo allí donde el tiempo apenas es valorado. Tu cabaña era tu casa, parecida a la que el gran escritor francés tuviera en Cabo Juby, mientras pensaba en los palacios decadentes en los que disfrutaba de la melancolía en su Francia natal y se agobiaba pensando en las prisas del mundo moderno que, de cuando en cuando, dejaba atrás ¿Quién cuidará de esas gallinas ahora que hemos llenado de móviles la lengua de esos nativos?
Muy bueno, Marisa. Un abrazo.