Jerónimo Muñoz escribió:No sabía por qué te amaba.
Si tus ojos eran algas cargadas de niebla y musgo
y tus labios eran frutas ácidas que ignoraban la luz.
Si tus cabellos eran espejos de nieves y rumores
y tus senos eran islas pobladas por jilgueros ininteligibles.
No sabía por qué te amaba.
Si tus sienes eran estelas en la inmensidad de un mar callado
y tu vientre era una sombra como el sueño de una virgen escondida.
Si tu frente era un sendero de ilusiones olvidadas en lo oscuro
y tu cuello era un resplandor de gaviotas desorientadas.
No sabía por qué te amaba.
Si tus manos eran alas cortas de vuelos infecundos
y tus brazos eran remos de un barquillo agrietado.
Si tu palabra era un valle de anocheceres perdidos
y tu cántico era una susurro de jardines imprevistos.
No sabía por qué te amaba.
Quizás porque te vi impenetrable y consumida en oquedades,
o porque te apartabas del azufre buscando amaneceres,
o porque supe descubrir la esperanza de tus silencios inagotables,
o porque me recibiste con sabiduría de santa o de paloma.
Ahora sé por qué te amé.
Te amé porque eras tú.
Muchos piensan, hoy día, que la forma es un accesorio secundario del poema. Así como en la edad media, una pintura religiosa tenía más valor como objeto de culto que como objeto artístico, así, piensan que la forma no es parte fundamental del arte poético, sino objeto de culto de poetas rezagados en el tiempo. Por supuesto que estamos en contra de esta tendencia, y defendemos la fe de que la forma es un elemento fundamental de todo poema, que marca decidídamente el rumbo de la creación, e interfiere en la interpretación del mensaje poético. El que dice que la forma carece de importancia fundamental en un poema, debería volver a meditar sobre el asunto.
En este poema que nos compete, la forma juega un papel imprescindible. Aquí, la estructura, preestablecida, determina, acicatea, y exige de la mente creadora, todo el zumo de su talento, porque, en cada estrofa se debe desarrollar el mismo tema planteado. No es fácil, aunque así lo aparente. Es el sistema de creación diametralmente opuesto a la escritura automática, donde el universo racional de la psiquis interviene, apoyando con frenesí, en el proceso del misterioso parto poético. Y por los versos leídos nos percatamos que, en este sentimental poema, el estro estuvo en un feliz trance creativo.
Luego viene el cierre del poema, otro problema difícil de resolver. ¿Cómo hacer para que la imagen última del poema no tire por la borda todo el esfuerzo realizado? Pues, hay que encontrar una idea que enmadeje el hilo argumental, una idea que deje al lector en ese estado evocadoramente catatónico que provocan los buenos poemas.
Tu poema, amigo, me ha llevado a estos devaneos que le hacen bien a mi espíritu, por lo cual te doy las gracias.
Un abrazo.
Óscar