
28/10/1999 -- 28/10/2009
(A Rafael Alberti, In memoriam)
Fue tu cuna el mar, Poeta,
y te cantaron sus nanas
las olas que fecundaron
el germen de tu palabra:
de la marisma al estero
con acusosa añoranza
fuiste sembrando poemas
en marineras besanas.
Pero el timón de tus versos
tomó rumbo hacia la parca
navegando a la deriva
tu presencia naufragada.
Puños remeros de espuma
te trajeron en su barca,
de luto azul se vistió
el mar a la madrugada.
A tu funeral vinieron
un galeón de piratas
y un cortejo de sirenas
que afligidas te lloraban.
Por el salinar llegaron,
surcando la marejada,
ángeles de sal cantando
un réquiem para tu alma.
Los pescadores de sueños
volvieron desde la playa
y con sus redes te hicieron
una corona de plata.
Al anocher la luna
descendió de su baranda
y te escribió sobre el aire
una elegía de escarcha.
En tus arterias de arena
ha encallado la mañana,
el grumete de tu sangre
no levará más el ancla.
En la Arboleda del Puerto
has echado las amarras
para ser faro y vigía
de los navíos al alba.
¿Dónde has ido marinero
por los silencios del agua?
¿Con qué velamen callado
navegará tu palabra?
Para siempre se ha quedado
en la bahía enterrada
la cadencia de tu voz,
ya nombrada capitana.