El orden y el progreso

[Julio Serrano Castillejos]

Soy un enamorado del ritmo de las horas, de la cadencia del mundo y de las reglas humanas cabalmente cumplidas, pues hasta los más pequeños y humildes seres -como la hormigas y las abejas- para su progreso y evolución se someten a un indefectible orden en su pequeño y a la vez maravilloso universo, en donde se reparten sabiamente el trabajo y las obligaciones indispensables para la existencia feliz.

Me seduce la limpieza y el imaginar a las cosas siempre ubicadas en el sitio que les corresponde por su propia naturaleza. Ver colgada una toalla en el manubrio de una bicicleta o sobre una mesa, equivale a encontrar un traste de cocina dentro de un ropero o a una corbata colgada en la manija de la puerta del refrigerador. Del orden depende el éxito de la organización humana y el progreso de cualquier conglomerado.

El común de las gentes confunde la pobreza con la ineficacia. "-Soy pobre, luego entonces me queda bien el cochambre, la ausencia de organización en mis cosas y en mi vida. Debo maltratar a mis hijos y a mi esposa tratarla con la punta del zapato".

En la más humilde choza se puede vivir como un príncipe si se le mantiene limpia y en ella señorea un ambiente de amor o de ternura. Siempre aspiré a ser dueño de una cabaña de descanso para disfrutar en ella de los elementos de una vida casi primitiva pero digna. Guardar mi agua potable en una tinaja de barro, tomar mi café en un pocillo de peltre y servirme la comida sobre una tortilla de maíz, de esas que al calentarse con carbón hacen panza y se inflan apetitosamente dejando ver en su circunferencia las huellas de la cal del comal, y si se someten por más tiempo a la exposición al fuego, se convierten en un crujiente totopo.

Aún aspiro a cumplir con el compromiso -conmigo mismo- de habitar esa cabaña acompañado de mi gato, de un parlanchín perico mexicano y un perro pastor alemán, aunque dudo que mi esposa -a la que quiero tanto- me lo permita.

El orden y el progreso van siempre juntos de la mano. Si los políticos comprendieran esta elemental regla harían de cualquier país un paraíso terrenal, pero regularmente trabajan para el bienestar de pequeños grupos y para la comodidad de sí mismos y el atesoramiento de riquezas sin comprender que la felicidad no se sustenta en tan pobres metas.