como la memoria de un muerto

[oscar alberdi sainz]

Ahora sé que debí haberte advertido
de que mi visión de los días venideros
es como la memoria de un muerto
y que tan sólo soy real cuando me contemplas dormido
sentada al borde de la cama,
haciéndote esas mismas sonámbulas preguntas
que los trenes que pasan bajo tu ventana
jamás te respondieron.
Es entonces cuando puedes acariciar al trueno lejano
de mi pesada respiración, y calentarte con las cenizas
aún humeantes del rescoldo en que he acabado.
Debí haberte contado que antes de visitar el tuyo
hubo otras mujeres cuyos sexos debían pensar
ser el centro del universo, y cuyas líneas esnifé
hasta borrarlas como la droga de la esperanza
de encontrar un tesoro sin mapa,
dejando exhaustas todas mis edades
y vacías de contenido las palabras “para siempre”.
Pedir con indiferencia que ya nada nos confunda,
cuando la vida ha sido aceptar un dulce error tras otro,
es buscar una excusa valida para no culparnos por todo
o que justifique la autodestrucción.
Maravillosos desaciertos que perseguí
con la meticulosidad de un caprichoso,
con la serenidad de una carcajada,
con la prudencia de un despilfarrador.
De nada sirve pedir cuentas porque haya vuelto a llegar tarde
otra noche y que no me preguntes de donde
cuando ya nadie puede cubrir nuestras deudas ni dar un duro
por lo que vayamos a sacar del bazar de este último encuentro.

[Ignacio Fajardo]

Te digo aquí lo mismo que con el anterior. ¿Cómo podían estar estos dos poemas sin comentarios?. Este me ha gustado más, si cabe, que el anterior. Nos van llevando con ese diálogo que te lanzas a ti mismo (aunque se suponga que va dirigido a tu compañera), desde una inicial incertidumbre hasta la certeza de los sentimientos muertos y enterrados. Muy bueno, y además aquí había puntos.

Otro abrazo.

[Nésthor Olalla]

Ha sido un verdadero placer encntrarme con este excelente poema, amigo.


Una gozada.


Abrazo

[Maika Silva]

Más importante que ser santos -creo yo- es ser honesto.
Cuando nos conocemos nada queda por reclamar. El estar es aceptar tácitamente a ese otro con toda su carga de virtudes y defectos.
Es como autocompadecernos con orgullo, sin bajar la cabeza porque, es cierto, sabemos lo que somos, sabemos qué haremos.
No existe nada puro a estas alturas, caballero, querer aparentarlo es la peor forma de mentirnos a uno mismo.
Se presenta a sí mismo entre algo decepcionado y orgulloso, como ese alguien que se entiende pero no se disculpará por ello.
Un poema genial, realmente genial.
Saludos.
.:Tati:.

[carmen iglesia]

Siempre me gusta mucho lo que cuentas... pero siempre echo de menos (será culpa mía) algo más de síntesis y la puntuación... hay versos que se ahogan unos a otros cuando los lees en voz alta (pero serán cosas mías, repito)... Disfruto mucho la cotidianeidad y la cercanía de tus poemas.

Un placer,

Carmen