
Acababa de verte por primera vez.
En el contraluz de una noche fría
ebriamente laxa,
tuviste la valentía de abordarme.
El ambiente era ruidoso y distendido
propio de cualquier fin de semana,
cuando se abandona el silencio
y se convierte en dúctil alborozo.
Yo estaba de espaldas,
de espaldas a tanta onomatopeya
que sin ningun sentido
arrastraba hacia el vértigo a todos los presentes
envueltos en una densa niebla de humo
con penetrante olor a amoníaco.
Y entonces apareciste tú
tras un roce aparentemente fortuito
entre tu pecho y mi espalda
recordándome a Venus,
no emergiendo de las aguas,
sino del blanco de neón que me cegaba.
Y tu mirada me prendó.
Desde entonces mis versos sólo vuelan
al hilo del recuerdo de tus ojos,
unos ojos,que fijos en las sienes
me evocan de contínuo aquella noche,
una noche
ebriamente
laxa.
*Andros