mi padre no murio de viejo

[oscar alberdi sainz]

Mi padre no murió de viejo.
Según me confesó, comenzó a preocuparse seriamente
a partir de un día que al regresar de la calle mojado por la lluvia
se fijó en que sus pasos no dejaban huella;
cuando ya no consiguió verse en el espejo
el hilo de sangre que brotaba por haberse cortado afeitándose;
en el momento en que ya no escuchó el latido de su corazón
tras un satisfactorio mutuo esfuerzo o por una de esas situaciones
que se lo contrajera para pensar que otra vez estaba todo perdido,
pues siempre había desperdiciado la cuenta, que nervioso
se obstinaba en repasar con los dedos, de las veces que había muerto
no fuera que estuviera en la última sin acordarse.
Sin embargo, creo que a veces a su pesar, su muerte se produjo paulatina,
e inevitable como las constantes decepciones a las que su vida
pareció perfectamente abonada.
Así que el día que definitivamente dejo de aspirar
el estimulante humo de su cigarrillo y de imaginar sus peculiaridades
observando las grises formas abstractas del humo alcanzando el techo,
los trenes continuaron llegando y saliendo a su hora inexperta,
los mercados de valores abrieron para continuar sumando
contradictorias despreciables especulaciones;
los periódicos nacionales no detuvieron sus tiradas
y en su portadas se hacían eco de dramas locales y, como siempre,
en las suyas los locales hablaron de los grandes temas nacionales.
En las calles la gente iba y venía ocupada en sus cosas como cualquier día
pero eso sí, alguien me contó que ese atardecer
sobre los semáforos de Memphis, el cielo en el que como en una acuarela
se iba mezclando el azul celeste con los inmensos amarillos
hasta que el rojo encarnado acababa ocupándolo todo,
hubo nubes que impidieron contemplarlo e incluso alguien escuchó llover.
Desde entonces, cuando oigo trenes
me parece como si huyeran para no darme la razón,
y si me giro, impulsado por una extraña fuerza,
es para reconocer a su espectro hablando e insultando en un bar
cada vez que un corro de parroquianos frente a una copa discute de futbol,
de la mal nacida política, o del confuso reparto en una vieja película.
Su recuerdo surge no premeditado cada vez que al terminar de hacer el amor,
si es con una puta, esta comienza a hacer predicciones e incluso
me quiere adelantar el futuro. Inesperadamente siento su presencia
cada vez que como él tengo que mirar al cielo para predecir si volverá a llover
y acabo embobado viendo como el azul celeste se torna en un tenue amarillo
que acabara tiñéndose de rojo fuego cuando aparezca la primera estrella.

[Pilar Morte]

Hay tantas cosas que nos envejecen y acaban muriendo con parte de nosotros....
Me gustó el poema
Un abrazo
Pilar

[Blanca Sandino]

Es muy ocurrente, Óscar, y si te decidieras a escribirlo como prosa, sería un relato magnífico, lo digo porque la estructura de poema, fuerza un poquitillo la lectura, y se pierde -o me ha pasado a mí- mucho de la esencia.


Un placer.

Blanca

[Julio Gonzalez Alonso]

Buen poema, Óscar, ¡pero, coño, contesta alguna vez a los mensajes! Ya, ya sé que los fogones dan mucho trabajo incluso en tiempos de crisis, por eso de que comer, hay que comer... Bueno, chaval, estás en forma y sigue así. Con un abrazo.
Salud.