Te encuentro
en lugares donde nunca estuve, ni estaré.
¿Cómo poder buscarte entonces?
Bizancio es una habitación añil
que ya no nos aísla, un espacio
donde las historias suceden lejos
o en pequeños pedazos de papel.
El pájaro de alas de plomo
arde en la mirada de aquel que desaparece,
y ahora que los andenes son lugares
que ya no nos esperan,
ni guardan la mirada de aquella luz
—de cualquier luz—
yo ya no sé si merece la pena
continuar intentándolo,
seguir persiguiendo, inútilmente,
los arcanos que ambicionamos desentrañar
en las palabras que escribimos.
Hay una calle después de esta calle,
puertas que se quiebran sin oponer resistencia,
botellas que atraviesan los océanos
sin rumbo ni destinatario.
Definitivamente,
en esta tarde azul de caracolas
tú también eres Bruto asesinando a César.
Nunca sospechamos qué seguiría después.
(*) De la serie “Conversaciones con la extraña”