Hallie Hernández Alfaro escribió: ↑Sab, 06 Sep 2025 9:16Rafel Calle escribió: ↑Mié, 03 Sep 2025 8:20 Poema homenaje a Federico García Lorca y a Ignacio Sánchez Mejías.
No distinguía el caballo
el uno del otro verde,
por eso bajó hasta el prado
del verde de blancos dientes.
Julio Bonal
Y aquella justicia intacta y pura, dio batalla.
A pulso de lágrima, el discurso de los siglos
ha ganado la bondad del equino...
Un caballo bajó al río,
la luna le iba siguiendo,
llevaba bridas de sombra
y en el lomo su destierro.
Oh, comienzo de la belleza enamorada,
de su valentía sin límites.
Traía las crines mojadas,
traía la espuma en el cuello,
y en los cascos percutía
un destino de aguacero.
Toda la lluvia escribía,
toda la lluvia desangraba.
El dolor insiste y no gana...
También un toro bajaba,
con un bramido de hierro
y en su frente se encendía
una corona de albero.
El toro baja sobre la naturaleza limpia
mientras los versos hacen de la libertad
su único oficio.
Las aguas bajaban verdes,
con su latido de viento,
eran campanas de sangre
que doblaban en secreto.
En el secreto
donde el amor era
la vida indestructible.
Todavía clarean en el horizonte
las huellas del agua.
No sabía el agua verde
distinguir prado y recuerdo,
porque el verde era una herida
que lloraba en los luceros.
El verde se colaba
en la descalza inflexión humana;
aprende, vida, aprende.
La hierba era muy alta,
como un muro sin consuelo,
y en las gotas de rocío
se rompían los lamentos.
Interminable el verde del silencio,
inolvidable la existencia del beso.
Caballo y toro de frente,
los dos se olieron a un tiempo,
el aire lloró y lloró,
el aire lloró el encuentro.
Y la vida impartió al dolor
esencia de futuro...
Murió el caballo del toro,
murió el toro del acero,
y el verde que los amaba
se desangró en el silencio.
El amor persiste, el amor resiste, el amor todo lo cubre.
En esta estrofa se podría morir de belleza, se podría.
Quedaron sombras errantes,
quedaron voces sin dueño,
y una guitarra invisible
repitió todo el tormento.
Y la vida ha colado estrellas,
ha soñado recovecos,
ha vestido de grandeza
al mismísimo tiempo.
Desde entonces, por los campos,
cuando oscurece el sendero,
se oye un relincho al galope
y un mugido en el recuerdo.
El galope de los mundos nuevos,
el galope que nos intenta,
el galope que eternamente vence.
El río guarda en su entraña
la luz de tres compañeros:
son agua, caballo y toro.
Agua, poeta y torero.
Estos versos finales (¿finales? no existen los finales) me llegan diestros, terriblemente hermosos, eternos...
Sinceramente, creo que has plasmado un poema magistral, querido amigo.
He tenido que tirar de valor para comentarlo porque en las primeras lecturas, solo pude llorarlo.
Abrazos.
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Muchas gracias, querida amiga Hallie, por este regalo que me dejas en forma de enorme comentario. Desde luego, tienes mucha habilidad para desentrañar los entresijos del poema.
A ver si este finde podemos hablar un rato.
Un fuerte abrazo, compañera de versos y vicisitudes a lo largo y ancho de más de dos décadas.