Simplemente pastillas

[Pilar Morte]

Las pastillas, esperan su turno.
Me animan a vivir, activando dormidas neuronas.

La del color rosa aviva motores
y hace funcionar las bielas.
No hay dolor que resista su insistencia, y alienta
cuando hay que subir jadeando a la última planta
donde me reconcilia con estatuas desnudas de verbos.
Veo la vida de su color
cuando se diluye en las neuronas del vientre.

La blanca es nocturna. Acostumbrada a la noche,
vela el insomnio cuando asoman sueños
inquisitivos en los ojos.
Ella es la causa de vivir en fase Rem excursiones con niños,
de cargar pilas del despertar.

La de color naranja me acompaña todo el día
y calma el digestivo si se niega a digerir la ansiedad
cuando la vida torna nostalgia por tristeza, culpa por sufrimiento.

Unas son de rayas azules. Ellas, coquetas,
me sacan de la zona de confort, secan el lagrimal
para poder cantar
o hacer los cinco mil propuestos.

Hay otra muy clarita
que serena el ritmo del corazón
si late desbocado con las riendas rotas.

Me pregunto si soy la del espejo,
quién es la que abre los ojos al alba, y se pone a andar,
quién es la que a mi lado viaja
haciendo versos para dar luz a la vida.
quienes viven en mí, y alimentan mi sangre.

Ellas, cual arcoíris, alivian, desinflaman
y ponen plantillas en mis zapatos de aire.
Se hacen neuronas, y me hacen sentir que soy.
Sé que era antes de jugar con su color
pero hoy consiguen el milagro de seguir siendo.

Les doy las gracias por navegar por mi cuerpo
para que no extravíe los ojos, y me descubra cada día.

[J. J. Martínez Ferreiro]

Un muy original poema, un merecido, curioso e insólito homenaje a esa complemento farmacológico, imprescindible a ciertas edades para poder navegar día a día sin zozobrar

Todo un placer de lectura, querida amiga.

[Hallie Hernández Alfaro]

Las pastillas, esperan su turno.
Me animan a vivir, activando dormidas neuronas.

La del color rosa aviva motores
y hace funcionar las bielas.
No hay dolor que resista su insistencia, y alienta
cuando hay que subir jadeando a la última planta
donde me reconcilia con estatuas desnudas de verbos.
Veo la vida de su color
cuando se diluye en las neuronas del vientre.

La blanca es nocturna. Acostumbrada a la noche,
vela el insomnio cuando asoman sueños
inquisitivos en los ojos.
Ella es la causa de vivir en fase Rem excursiones con niños,
de cargar pilas del despertar.

La de color naranja me acompaña todo el día
y calma el digestivo si se niega a digerir la ansiedad
cuando la vida torna nostalgia por tristeza, culpa por sufrimiento.

Unas son de rayas azules. Ellas, coquetas,
me sacan de la zona de confort, secan el lagrimal
para poder cantar
o hacer los cinco mil propuestos.

Hay otra muy clarita
que serena el ritmo del corazón
si late desbocado con las riendas rotas.

Me pregunto si soy la del espejo,
quién es la que abre los ojos al alba, y se pone a andar,
quién es la que a mi lado viaja
haciendo versos para dar luz a la vida.
quienes viven en mí, y alimentan mi sangre.

Ellas, cual arcoíris, alivian, desinflaman
y ponen plantillas en mis zapatos de aire.
Se hacen neuronas, y me hacen sentir que soy.
Sé que era antes de jugar con su color
pero hoy consiguen el milagro de seguir siendo.

Les doy las gracias por navegar por mi cuerpo
para que no extravíe los ojos, y me descubra cada día.

Madre mía, qué poemazo has traído al mundo, querida Pilar.
Lo he leído y lo he vuelto a leer. Esencial, hermoso, tremendamente evocador.
Muy bien desarrollado y muy lleno de pequeñas y grandes maravillas.

Ovación cerrada, sin pausa y con absoluto merecimiento.

Abrazo enorme.

[Ana García]

Me visto con las dos últimos párrafos. Lo q pasa es que aún es pronto, en mi caso, para ser quien era. Para que las tantas pastillas diarias más la inyección semanal me permitan patear la calle como antes, correr o sentir mi cuerpo vivo...

Muy bueno, Pilar, y muy original forma de explicar las horas marcadas a fuerza de colores.
Un beso enorme.

[Alejandro Costa]

Simplemente pastillas, sí, simplemente.

Los que llevamos una larga historia con estas pequeñas golosinas, a veces tan necesarias, a veces tan preocupantes, lo sabemos.

Lo de convertirlo en colores es una labor de un buen escritor.

Con ello construyes un arcoíris que da color diario a una vida llena de sufrimientos y dolores.

Estas pastillas, que a veces, no son suficientes, pero las buscas como el drogadicto busca su droga.

Es doloroso, compañera, pero real y necesario. Creo, al asegurar, que somos muchos, quizás demasiados, lo que lo sabemos.

Un beso.

[Hallie Hernández Alfaro]

Me visto con las dos últimos párrafos. Lo q pasa es que aún es pronto, en mi caso, para ser quien era. Para que las tantas pastillas diarias más la inyección semanal me permitan patear la calle como antes, correr o sentir mi cuerpo vivo...

Muy bueno, Pilar, y muy original forma de explicar las horas marcadas a fuerza de colores.
Un beso enorme.

Se está manifestando una vuelta al bienestar en todos los sentidos, querida Ana.
Sí, desde el teatrillo nocturno dedicado a la Niña Guapa.

Besos para las dos, que me he colado en el post para contarte esto.

[Ramón Carballal]

Darle tanta altura poética a un tema como el de las pastillas no está al alcance de cualquiera. Casi las conviertes en algo familiar y entrañable. Tiempo sin publicar para dejarnos este excelente poema. Besos.

[Ara López]

Querida Pilar, me identifico con tu arcoiris aunque mis colores alumbran diferentes caminos.

El rosa claro intenta con ahínco proporcionarme calma, aunque sea un poquito. Lo logra, aunque a veces le cuesta más.

La blanca, sólo quiere que no llore, que no sufra, que vea un poco el gris y no tanto el blanco y negro.

La blanca chiquita, mantiene a una famosa glándula en sus cabales.

La marrón me ayuda a relajarme cuando estoy muy cansada y a qué el cuerpo luego no pague tanto las consecuencias.

La fucsia, hermosa en color y maravillosa en efecto. Morfeo comprimido y almacenado en un ataúd de plástico.

Yo también les agradezco. Enormemente.

Un abrazo enorme.

[Pilar Morte]

Un muy original poema, un merecido, curioso e insólito homenaje a esa complemento farmacológico, imprescindible a ciertas edades para poder navegar día a día sin zozobrar

Todo un placer de lectura, querida amiga.

Sí, a cierta edad se hacen imprescindibles.
Gracias por estar y dejar tu valiosa huella.
Un abrazo grande

[Antonia Mauro]

Buenas, Pilar.

Qué buen poema! Me ha gustado mucho.
Qué gustito acostarse leyendo un buen poema o según uno amanece con el café.

Simplemente un buen poema que no es simple.
Un saludo.

[Ana García]

Me visto con las dos últimos párrafos. Lo q pasa es que aún es pronto, en mi caso, para ser quien era. Para que las tantas pastillas diarias más la inyección semanal me permitan patear la calle como antes, correr o sentir mi cuerpo vivo...

Muy bueno, Pilar, y muy original forma de explicar las horas marcadas a fuerza de colores.
Un beso enorme.

Se está manifestando una vuelta al bienestar en todos los sentidos, querida Ana.
Sí, desde el teatrillo nocturno dedicado a la Niña Guapa.

Besos para las dos, que me he colado en el post para contarte esto.

¿Me puedes ampliar esta información, Hallie? Últimamente ando desconectada de las novedades en cuanto al bienestar y la salud. De momento sigo las instrucciones de los diferentes especialistas que están llevando mi caso: reumatólogo, nefrólogo, etc...
Un beso.

[Rafel Calle]

“Simplemente pastillas” no es una confesión fría ni un lamento, sino un canto de dignidad. Pilar Morte, que lleva tantos años conviviendo con la fibromialgia, se enfrenta a lo cotidiano del dolor con la herramienta más poderosa que tiene: la palabra poética. Y convierte lo más prosaico —una pastilla rosa, otra blanca, otra con rayas azules— en un universo íntimo lleno de colores y de imágenes, en un arcoíris que le da aliento.

Cada pastilla en su poema tiene alma y misión: la rosa despierta motores, la blanca vigila los sueños, la naranja suaviza la ansiedad, la azul inventa alegrías y la clarita devuelve la calma al corazón. Así, la medicación, que podría vivirse como esclavitud, se transforma en una especie de pacto de vida, en un acuerdo silencioso que le permite seguir caminando y seguir escribiendo.

Pilar no oculta la duda ni la fragilidad: se pregunta quién es la que se mira en el espejo, quién vive realmente en ella. Pero la respuesta siempre la encuentra en el mismo sitio: en esos versos que nacen de su resistencia, en esa capacidad de convertir la enfermedad en poesía, y el dolor en gratitud.

Lo más admirable es que, en medio de la rutina médica y del cansancio físico, Pilar aún levanta la voz para dar gracias. Y al hacerlo, nos recuerda que la poesía puede ser un refugio, pero también un acto de coraje. Porque gracias a su espíritu, a esa manera de embellecer incluso lo áspero, consigue que el lector no vea pastillas, sino milagros; no vea enfermedad, sino vida que insiste en seguir siendo.

Vaya mi enhorabuena, querida y admirada amiga Pilar, junto a un fuerte abrazo.

[Concha Vidal]

Increíble, eres increíble, hasta unas pastillas eres capaz de transmitirles esa paz que tú derramas.
Las pastillas, a veces tan denostadas y sin embargo tremendamente necesarias.
Nos hacen bien, nos ponen bien y tú las encumbras.
No tengo más que decirte que un tremendo abrazo mediterráneo.

[Ana Muela Sopeña]

Fabuloso y muy original, Pilar:

Has poetizado algo que en principio no es fácil de poetizar.

Felicitaciones
Un beso grande
Ana

[José Manuel Palomares]

Pues yo que soy un poco anti pastillas, el poema casi me convence, o me alegro de que encuentres un alivio real, y un apoyo necesario.

La última mala experiencia fue con mi madre, hace poco. Ella acusa mareos recurrentes desde hace ya años. Yo creo que es producto de un sistema nervioso muy castigado, y una emocionalidad algo desequilibrada. Mi madre no sé da cuenta de que lo que más la desequilibra son sus emociones, pero esto es algo difícil de equilibrar. El caso es que está de médicos ahora. La de cabecera le recetó un antidepresivo porque confesó estar triste por circunstancias, entre ellas las de tener un hijo enfermo que se negaba a volver a los médicos (el mismo que viste y calza). La médica le recetó, efectivamente, un medicamento lógico contra la tristeza. Pero mi madre no está depresiva, es fuerte a pesar de todo, y mientras la respete la salud mínimamente, seguirá ahí al pie del cañón. Después de convencerla yo de que ella no necesitaba antidepresivos, volvió a ir al médico, y le dijo, en realidad, que lo que más la molestaba eran los mareos, y que últimamente estaba sufriendo episodios de pérdida de memoria. Le recetó entonces la médica un medicamento lógico, uno que se usa para los enfermos de alzhéimer y activa la corteza prefrontal, no recuerdo el nombre. Mi madre lo empezó a tomar y los primeros días decía sentirse más despierta. Vaya, pues me alegro, sigue tomándolas. Sería ya alrededor de la tercera semana cuando me di cuenta de que algo no iba bien. Mi madre de por sí es obsesiva de la limpieza. Lo que ocurrió al activarse su corteza prefrontal es que se pasaba todo el puto día limpiando y a todo le encontraba la falta. Había multiplicado por dos sus actividades cotidianas básicas, y acababa al borde de la extenuación, y todo porque el propio cerebro le decía: quiero más, sin darse cuenta ella, muy alejada, de qué su cerebro le estaba pidiendo más, y por qué.
Luego empezó a comportarse extrañamente con la comida. En casa de pobres, no se tiran las sobras. De forma que están ahí disponibles para los siguientes, como mínimo, tres o cuatro días. Mi madre empezó a tirar las sobras casi al día siguiente de haberlas cocinado. Le parecía de repente que los alimentos se echaban a perder en pocas horas, y no se daba cuenta de que era el cerebro lo que tenía acelerado.

Finalmente la convencí de que se dejara también ese medicamento, porque le estaba tocando su percepción del ying y el yang, y ahora mismo está pendiente de nuevas consultas, que ya veremos.

En fin, en cuanto a medicamentos, creo que cuando te tocan un aspecto, te están tocando otro sin querer, somos un organismo complejo dentro de un frágil equilibrio.

No obstante, si de verdad te ayudan así, olé por el poema, y olé por las benditas farmacéuticas.