Rafel Calle escribió: ↑Sab, 21 Jun 2025 7:51
TRAS LA PUERTA, DE RAFAEL ELÍAS HUERTA
Hay poemas que se construyen como casas, y dentro de ellas habita no sólo el poeta, sino también sus fantasmas, su esperanza y su ternura. Tras la puerta, de Rafael Elías Huerta, es uno de esos poemas-casa: una invitación íntima a cruzar el umbral de la nostalgia, el desencanto y, pese a todo, el amor.
El primer verso-entradilla ya instala la clave poética:
“La vida nos enseña, que no se necesitan alas / para volar”. En esta aparente contradicción reside la sabiduría del texto. Volar, aquí, no es un acto físico ni una metáfora grandilocuente de libertad, sino una capacidad humana de trascender desde lo emocional, lo cotidiano, lo frágil. El poema comienza con una afirmación universal y filosófica, pero de inmediato se vuelve diálogo, confesión íntima:
“No sé si me comprendes”. Y ahí está el alma del poema: una voz que no declama, sino que conversa con una mujer lejana, deseada, quizá perdida.
Rafael juega con un lenguaje rico en imágenes afectivas y temporales. El tiempo es un personaje más, con sus años y sus tormentas, con su carga de olvido. Las gafas de aumento que ella lleva no son sólo un signo de edad o deterioro visual, sino una metáfora certera de una visión desenfocada de la vida o del amor:
“te hacen ver la vida más confusa”. Esas gafas la vuelven precavida, escéptica, incapaz de apostar por lo que el poeta le ofrece: no un castillo, sino
“un jacal con quinqué de poca monta”, imagen bellísima por su humildad y su carga simbólica. No es riqueza lo que ofrece el yo poético, sino refugio, luz tenue y afecto sincero.
La mujer, sin embargo, es “alada”, está hecha para volar, para irse. Su plumaje es de colores: la belleza, el deseo, la diversidad. Pero el poeta le advierte —sin imposición, casi con resignación poética— que el vuelo no siempre lleva a donde uno quiere:
“el viento que te lleva todavía / es incierto y pretencioso”. La vida, como el viento, puede ser engañosa. El amor verdadero no siempre está en las alturas, sino en el rincón modesto de un jacal, tras la puerta, donde alguien te espera sin promesas, pero con memoria.
La estrofa final es una despedida agridulce. El poeta evoca tres símbolos clásicos de lo efímero —el verano, las rosas y el gorrión— para recordarnos que todo lo bello es pasajero. Pero hay algo que permanece: ese jacal, metáfora última de la fidelidad, del hogar ofrecido. Y allí, tras la puerta, hay espacio para que la mujer deje sus alas de colores. El poema no se cierra con una súplica ni con un reproche, sino con una apertura: si algún día ella regresa, habrá un lugar para ella.
En fin, Tras la puerta es un poema de amor contenido, melancólico, profundamente humano. Rafael Elías Huerta escribe desde la ternura madura de quien ya no exige, sino espera. Es un canto al amor sin estridencias, al refugio modesto, a la esperanza que no alza la voz, pero sigue viva detrás de una puerta entreabierta. Un poema que no pretende deslumbrar con acrobacias verbales, sino conmover con su sinceridad dolida y su belleza sencilla. En tiempos de ruido, esta es una poesía que susurra.
Vaya mi enhorabuena por esta obra, amigo Rafael, junto a un cordial abrazo.