Adolescentes

[Ramón Carballal]

Tú me enseñaste a vivir la aventura.

A los quince años descubrí
por primera vez
lo que es
la libertad.

Recogíamos tornillos caídos de la vía del tren,
cartón de los supermercados,
para su venta y así conseguir
un poco de dinero.

Tenías veleidades de escritor,
de drama y de comedia
tus obras de teatro
-hoy al leerlas de nuevo
me parecen de una ternura casi ridícula-.

A ti se te ocurrió disparar a las ratas
que infestaban las rocas del acantilado.

Al final me convenciste para que comprara
aquella escopeta de balines
de la que mis padres
nunca tuvieron noticia.

Nos comunicábamos por las noches
con destellos de luz
de ventana a ventana
como espías
de una novela cutre.

Hoy te he visto después de mucho tiempo
y me has explicado lo difícil
que es tu situación económica.

También yo te conté de mis problemas.

La aventura se ha convertido,
para nosotros, en un simple
recuerdo de adolescencia.

Con una parte de la familia aún por mantener,
con deudas que pagar,
con la salud de ambos delicada
nuestra única aventura
ahora mismo
es sobrevivir.

[Alejandro Costa]

¡Qué bonito! ¡Qué humano! ¡Qué real!

Me has tocado la vena de la adolescencia. He visto pasar los recuerdos y las locuras de mi niñez con los ojos cerrados.

Y también me he visto en la actualidad, le he visto a él, les he visto a ellos, y, ciertamente, todos estamos tocados en la salud, y, todos tenemos diferentes problemas con los que cargar.

Muy bueno.

Me ha encantado.

Un abrazo.

[Pilar Morte]

ES triste el final después de los recuerdos grabados en células del cuerpo. La mayoría sobrevivimos mental o físicamente.
Los dos registros de escritura se te dan muy bien. Ha sido un placer leerte y recordar contigo.
Abrazos y salud

[Ramón Carballal]

¡Qué bonito! ¡Qué humano! ¡Qué real!

Me has tocado la vena de la adolescencia. He visto pasar los recuerdos y las locuras de mi niñez con los ojos cerrados.

Y también me he visto en la actualidad, le he visto a él, les he visto a ellos, y, ciertamente, todos estamos tocados en la salud, y, todos tenemos diferentes problemas con los que cargar.

Muy bueno.

Me ha encantado.

Un abrazo.

Gracias, Alejandro, por la generosidad de tu comentario. Un abrazo.

[Alonso Vicent]

Aún tengo yo aquel rifle de balines (gamo 68) que me compré a los catorce por mi cuenta sin pasar por ningún registro... y las ratas; en el río Los Santos había muchas. Había que dispararles más de dos veces. Los recuerdos de hace tanto, las fechorías, los amigos y un tiempo que no entiende y nos apura a sobrevivir con lo que quede.
La edad nos sigue perdonando, pero a medias.
Muy bueno, Ramón, y se agradece desde este apartado tanto el verso como el contenido.
Un abrazo.

[Antonio Urdiales]

Tú me enseñaste a vivir la aventura.

A los quince años descubrí
por primera vez
lo que es
la libertad.

Recogíamos tornillos caídos de la vía del tren,
cartón de los supermercados,
para su venta y así conseguir
un poco de dinero.

Tenías veleidades de escritor,
de drama y de comedia
tus obras de teatro
-hoy al leerlas de nuevo
me parecen de una ternura casi ridícula-.

A ti se te ocurrió disparar a las ratas
que infestaban las rocas del acantilado.

Al final me convenciste para que comprara
aquella escopeta de balines
de la que mis padres
nunca tuvieron noticia.

Nos comunicábamos por las noches
con destellos de luz
de ventana a ventana
como espías
de una novela cutre.

Hoy te he visto después de mucho tiempo
y me has explicado lo difícil
que es tu situación económica.

También yo te conté de mis problemas.

La aventura se ha convertido,
para nosotros, en un simple
recuerdo de adolescencia.

Con una parte de la familia aún por mantener,
con deudas que pagar,
con la salud de ambos delicada
nuestra única aventura
ahora mismo
es sobrevivir.

Buen porema, mi querido amigo, que nos lleva a los años de aquella adolescencia que se vivió en un suspiro, pero que nos dejó una huella imborrable de ser vivida, y la del ahora que por ser más reciente mantenemos intacta, y entre medias el resto de la vida que se supone, que por pertenecer al mundo de lo superficial, transcurre en el túnel de lo cotidano pero montada en el tren de alta velocidad de lo irrelevante.
Un fuerte abrazo

[Marisa Peral]

¡Qué buenos recuerdos!
Nuestra “pandilla” era muy grande, quiero decir que éramos muchos.

Algunos ya no están pero la mayoría seguimos viéndonos con frecuencia y recordando que juntos, aprendimos a vivir, a compartir, a aceptar diferentes creencias e ideas políticas. Y eso no es fácil.
Te felicito por este gran poema, Ramón.

Bicos.

[J. J. Martínez Ferreiro]

Muy hermoso, amigo Ramón, y en un tono distinto al acostumbrado. Encierran tus versos toda una vida, sus cambios radicales, de entrañable contundencia en los desastres del porvenir pero que no pueden alterar para nada los cegadore diamantes de nuestra infancia.

Todo un placer de lectura.

Unha forte aperta.

[Ramón Carballal]

ES triste el final después de los recuerdos grabados en células del cuerpo. La mayoría sobrevivimos mental o físicamente.
Los dos registros de escritura se te dan muy bien. Ha sido un placer leerte y recordar contigo.
Abrazos y salud

Gracias, Pilar, por leer y por tu amable comentario. Un fuerte abrazo.

[Ramón Carballal]

Aún tengo yo aquel rifle de balines (gamo 68) que me compré a los catorce por mi cuenta sin pasar por ningún registro... y las ratas; en el río Los Santos había muchas. Había que dispararles más de dos veces. Los recuerdos de hace tanto, las fechorías, los amigos y un tiempo que no entiende y nos apura a sobrevivir con lo que quede.
La edad nos sigue perdonando, pero a medias.
Muy bueno, Ramón, y se agradece desde este apartado tanto el verso como el contenido.
Un abrazo.

Vivencias similares porque la adolescencia es así, una llamada a la aventura. Gracias, Alonso, por la lectura y el comentario que dejas. Un abrazo.

[Ramón Carballal]

Tú me enseñaste a vivir la aventura.

A los quince años descubrí
por primera vez
lo que es
la libertad.

Recogíamos tornillos caídos de la vía del tren,
cartón de los supermercados,
para su venta y así conseguir
un poco de dinero.

Tenías veleidades de escritor,
de drama y de comedia
tus obras de teatro
-hoy al leerlas de nuevo
me parecen de una ternura casi ridícula-.

A ti se te ocurrió disparar a las ratas
que infestaban las rocas del acantilado.

Al final me convenciste para que comprara
aquella escopeta de balines
de la que mis padres
nunca tuvieron noticia.

Nos comunicábamos por las noches
con destellos de luz
de ventana a ventana
como espías
de una novela cutre.

Hoy te he visto después de mucho tiempo
y me has explicado lo difícil
que es tu situación económica.

También yo te conté de mis problemas.

La aventura se ha convertido,
para nosotros, en un simple
recuerdo de adolescencia.

Con una parte de la familia aún por mantener,
con deudas que pagar,
con la salud de ambos delicada
nuestra única aventura
ahora mismo
es sobrevivir.

Buen porema, mi querido amigo, que nos lleva a los años de aquella adolescencia que se vivió en un suspiro, pero que nos dejó una huella imborrable de ser vivida, y la del ahora que por ser más reciente mantenemos intacta, y entre medias el resto de la vida que se supone, que por pertenecer al mundo de lo superficial, transcurre en el túnel de lo cotidano pero montada en el tren de alta velocidad de lo irrelevante.
Un fuerte abrazo

Gracias, Antonio, por la lectura y el interesante comentario que dejas. Un abrazo.

[Ramón Carballal]

¡Qué buenos recuerdos!
Nuestra “pandilla” era muy grande, quiero decir que éramos muchos.

Algunos ya no están pero la mayoría seguimos viéndonos con frecuencia y recordando que juntos, aprendimos a vivir, a compartir, a aceptar diferentes creencias e ideas políticas. Y eso no es fácil.
Te felicito por este gran poema, Ramón.

Bicos.

Yo nunca fui de grandes pandillas, Marisa. Pocos amigos pero buenos. Un abrazo y gracias por tu aportación al tema.

[Ramón Carballal]

Muy hermoso, amigo Ramón, y en un tono distinto al acostumbrado. Encierran tus versos toda una vida, sus cambios radicales, de entrañable contundencia en los desastres del porvenir pero que no pueden alterar para nada los cegadore diamantes de nuestra infancia.

Todo un placer de lectura.

Unha forte aperta.

Gracias, J.J., por leer y por el comentario que dejas en el poema. Unha forte aperta.