Crítica literaria de Música, de Alejandro Costa
- Rafel Calle
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Crítica literaria de Música, de Alejandro Costa
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Alejandro Costa compone en Música un poema de evocación amorosa y nostálgica, en el que el recuerdo de una relación perdida se entrelaza con imágenes sensoriales cargadas de lirismo. El poema es, desde su título, una sinfonía emocional que transita entre el pasado idealizado y el presente dolido, utilizando la música como metáfora central de lo vivido y lo sentido.
El eje temático del poema es la memoria amorosa: un amor profundo, extático, que ahora solo sobrevive en la reminiscencia. La música aparece no como simple fondo sonoro, sino como símbolo totalizante del amor: está en la lluvia, en la voz de la amada, en los paisajes compartidos, en el eco que aún vibra en la conciencia del yo lírico.
Las imágenes naturales —lluvia, jazmines, charcos, estrellas, jilgueros— evocan un universo poético en el que la naturaleza se vuelve cómplice del sentimiento. Este recurso recuerda al romanticismo tardío y a ciertos poetas modernistas, como Juan Ramón Jiménez o Bécquer, por la delicadeza del tono y la musicalidad del verso.
El poema juega con una oposición que estructura el conflicto emocional: el ayer vivido con plenitud frente al hoy marcado por la ausencia. El verso “la compañía de tu ausencia es dolor de amor” condensa esa paradoja: se trata de un amor que aún late en el sujeto poético, pese al olvido de la otra parte.
Alejandro apuesta por una dicción suave, sentimental, rica en adjetivación sensorial: suave brisa, sedoso carmín, escarcha perfumada, mirada lánguida. Esta elección no busca la innovación expresiva sino la resonancia emocional, apelando a una sensibilidad melancólica y contemplativa.
La estructura es de métrica libre, lo que permite al poema expandirse como un flujo de conciencia emocional. Sin embargo, hay cadencia, ritmo interno, logrado a través de repeticiones (“te quise, te amé… te adoré… idolatré…”) que refuerzan la intensidad del sentimiento y la idea de lo irrepetible.
Alejandro se luce en este final: Aún suena aquella música del pasado /
y las gotas de lluvia resbalan sus lágrimas en los cristales. El recurso de la personificación de la lluvia que “llora” convierte el paisaje en espejo del alma, una técnica clásica pero eficaz.
En fin, Música es un poema emotivo, sereno en su expresión del dolor, sin estridencias ni dramatismos, fiel a la forma de los sentimientos verdaderos: profundos, continuos, silenciosos. No hay rebeldía ni rencor, solo memoria y fidelidad interior. Es una obra que, si bien se sitúa en registros poéticos convencionales, lo hace con honestidad, coherencia estética y gran sensibilidad.
Vaya mi enhorabuena, estimado amigo Alejandro, por este poema; vale decir que no busca deslumbrar, sino conmover. Y, a mi juicio, lo consigue.
Un fuerte abrazo.