Alejandro Costa escribió: ↑Jue, 31 Oct 2024 0:49 Aquel pájaro sigue sobre la cornisa,
mirando al cielo enamorado,
sin barrotes, sin cadenas,
de color azul blanco de libertad.
Los árboles le saludan a diario,
le permiten que salte entre sus ramas,
descanse entre su follaje,
les anime con su canto y disfrute junto a ellos.
Son las farolas estrellas de luz cercana,
como esa carta de amor
que sin decir nada, emociona,
y el cielo le acompaña cerrada la noche,
mientras adorna su penumbra
con luceros en forma de aves
y estrellas como decoración de universo.
El pájaro pasea su sombra nocturna
por los mundos bajos,
entre montones de hormigón
y jardines ornamentados artificialmente.
Su vuelo se vuelve pausado,
triste,
vaga por lugares de rejas, oscuridad y silencio,
busca ese árbol que un día fue su amigo
a los compañeros a los que el viento agitaba sus ramas.
Busca el cielo limpio de ayer,
el brillo de una noche estrellada,
la lluvia fresca y cristalina de otoño,
el pasto que otrora alfombraba el suelo,
ahora carbonizado de alquitrán,
y el diminuto mundo animal que lo llenaba de vida.
Trata de respirar el aroma de la naturaleza,
más queda envuelto en un halo de polución,
de doloroso veneno.
Y huye,
asciende a lo alto de un mundo caótico,
espera el amanecer,
para encontrar un cielo borroso, dilapidado,
con barreras de barrotes y cadenas oxidadas,
de color azul grisáceo y túnica enfermiza.
Aquel pájaro sobre la cornisa,
ya no vuela,
el sol, dañado, es incapaz de dibujar su sombra.
Apenas quedan árboles que le puedan saludar,
ni ramas que no estén secas o calcinadas.
Aquel pájaro de la infancia.
Un pájaro que trae otros cielos y otro paisaje en definitiva. Un precioso poema sobre el paso del tiempo, adobado con un tono de nostalgia. Encantado de leerte.
Un fuerte abrazo.