Crítica literaria a "Diálogos sin medida, de Hallie Hernández Alfaro

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Rafel Calle
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Crítica literaria a "Diálogos sin medida, de Hallie Hernández Alfaro

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DIÁLOGOS SIN MEDIDA, DE HALLIE HERNÁNDEZ ALFARO

I

Asomarse al número dos,
vivir en su poder azul,
en las granizadas del espejismo
cuando la noche muerde
y el corazón supera
los cuerpos inundados.

II

Mudo la piel en la inmersión
de la roca firme,
extrañamente suave,
bajo mis pies sedientos de arena.
El sol alardea de penumbra
si nacen libélulas en Montserrat.

III

El camino expía la locura de aquel destino,
borra penas y anorexias,
distrae la voz oculta
en el hechizo del aire.

IV

Asomarse al número dos,
inferir logias de sangre unida,
cohabitar el hecho amado,
arriesgar los labios
y nunca perder el beso.


El poema Diálogos sin medida, de Hallie Hernández Alfaro, que la autora dedica con mucho afecto al también poeta Julio Bonal, es una exploración simbólica del encuentro, la transformación y el misterio del vínculo entre dos seres. Hallie juega con imágenes evocadoras, referencias numéricas y contrastes entre lo concreto y lo etéreo, generando una sensación de trascendencia y movimiento constante.

El poema se organiza en cuatro secciones breves y tremendamente cargadas de simbolismo, no en vano Hallie es un miembro destacado de la escuela neosimbolista Alaire. El número dos es el eje central, funcionando como una metáfora de la dualidad, el encuentro, la otredad y la interdependencia. Esta cifra no solo sugiere una relación entre dos personas, sino también la tensión entre opuestos: materia y espíritu, presencia y ausencia, realidad y espejismo.

1. El primer fragmento estrófico introduce la imagen del número dos y lo vincula con el color azul, el espejismo y la noche que “muerde”, sugiriendo una relación ambigua entre lo ilusorio y lo real. Hay un juego entre el deseo de inmersión en la pareja y la amenaza de la disolución.

2. El segundo fragmento estrófico refuerza la idea de transformación con la imagen de mudar la piel, como si el yo poético atravesara un proceso de renovación. El paisaje de Montserrat, con sus libélulas, evoca una conexión con lo sagrado y lo efímero, reforzando la sensación de tránsito.

3.El tercer fragmento estrófico introduce el camino como símbolo de expiación y cambio. Aquí, el poema adquiere un tono de purificación, en el que las penas y “anorexias” (quizás entendidas como vacíos o ausencias) se diluyen en la experiencia del recorrido.

4. El último fragmento estrófico retoma la imagen inicial del número dos, pero ahora con un tono más afirmativo y esperanzador. Se enfatiza la idea de habitar el amor, arriesgarse, entregarse sin miedo a la pérdida. La última línea, “y nunca perder el beso”, cierra el poema con una declaración de permanencia dentro de lo efímero.

Aspectos simbólicos:
-El número dos: Representa la dualidad en múltiples niveles: la pareja, el reflejo en el otro, la lucha entre la unión y la disolución.
-El azul y el espejismo: Sugieren tanto la infinitud como la incertidumbre, como si el amor fuera un horizonte inalcanzable pero deslumbrante.
-La piel y la roca firme: Expresan la transformación del sujeto poético, que deja atrás una versión de sí mismo para fundirse con otro estado del ser.
-Montserrat y las libélulas: Aluden a un espacio de elevación espiritual y a la fugacidad de la vida, estableciendo una tensión entre lo eterno y lo transitorio.
-El camino y la expiación: Vinculan la experiencia del amor con un proceso de aprendizaje y purificación.

El poema, escrito en verso multimétrico (ese que llaman libre, porque no se premedita) mantiene un ritmo fluido pero introspectivo. La alternancia entre frases cortas y largas genera pausas que invitan a la reflexión. Hay una musicalidad interna que se sostiene en el uso de aliteraciones (“mudo la piel en la inmersión”), asonancias (“borra penas y anorexias”) y repeticiones estratégicas (“Asomarse al número dos” en la primera y última sección). Esta estructura circular refuerza la idea de retorno y continuidad, como si el diálogo entre los dos seres nunca se extinguiera.

En fin, en esta obra que, como he dicho al principio, destaca por una gran profundidad simbólica, Hallie plantea el amor y el encuentro con el otro como una experiencia de transformación y riesgo. La fusión de imágenes naturales y espirituales, junto con un ritmo meditativo, convierten el poema en un espacio de contemplación en el que el lector es invitado a asomarse a ese número dos, a explorar la dualidad y la permanencia dentro del cambio.

Solo me resta felicitar a doña Hallie Hernández Alfaro por tan reseñable trabajo y a don Julio Bonal por ser el receptor de tan estupendo regalo.
Un fuerte abrazo para ambos.
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