Los sueños de los árboles

[Alejandro Costa]

Hoy me adentré en un bosque.

Los pasos retumbaban en la inmensa maleza.

Se me apareció entonces la imagen de una vivencia imaginativa,
me senté sobre la fractura de un carcomido árbol
mientras vislumbraba un alrededor de inmensa frondosidad
y las manos revisaban el tacto del asiento.

Quedé extasiado,
por un momento me encontré entre un solsticio de invierno
y una historia, no creada,
de la inmensidad de una arboleda
repleta de ramas y hojas impregnadas de un otoño añejo.

Todo era misterioso, eterno, bello e intrigante.

Una brisa, suave y helada, se unió al lienzo,
y sentí como el poder de la naturaleza me rodeaba el cuerpo,
como si quisiera hablar, sentir el mío
y hacerme sentir el suyo;
se me ocurrió mirar hacia lo más alto,
allá donde las copas de los árboles tertulian con el cielo,
y creí entonces ser uno de ellos.

Pero el crepúsculo inició su paseo,
y con él, yo emprendí el mío.

Tal vez, ellos me hablaron, me acogieron y me cobijaron,
quizás no supe entenderlos.

Cuando me alejaba,
sentí la extraña sensación de que el bosque se despedía,
dejé de andar,
me giré y quedé prendido al tranquilo anochecer.

Tras sentir la brisa en mi piel, me pregunté,
¿Qué soñarán los árboles?

[Julio Gonzalez Alonso]

¡Qué interesante tema y a la vez bello poema! La magia que desprende la comunión con la naturaleza en el diálogo con los árboles y el ocaso lo inunda todo de una gran ternura, como si fuera una vuelta al estado natural, limpio y sereno, de la vida en su esencia y su sentir. Mi aplauso, amigo Alejandro. Salud.

[Ana García]

Qué buena pregunta.
Si no sueñan ellos deberíamos poder inculcar cuentos en sus ramas. Así, a modo de sueños.
Cuentos nuevos o viejos. Te imaginas tantos sueños juntos?
Muy bonito el paseo. Nos has llevado de la mano.
Te felicito.
Un abrazo.

[Ana Muela Sopeña]

Precioso, Alejandro:

Logras transmitir una sensación maravillosa de comunión con la naturaleza. La magia de ese bosque encantado es infinita.

Enhorabuena
Aplausos
Un beso grande
Ana

[Marisa Peral]

Es un poema mágico, Alejandro, al que has dotado de versos muy acertados.

No sé si los árboles sueñan, no se me había ocurrido pensarlo, la verdad.
Lo que sí puedo decir es que cada bosque suena diferente, no suena de igual forma un robledal que una alameda, ni se mueven igual los sauces llorones que los magnolios, cada uno tiene su ritmo, su cadencia.
Pero si estoy segura de que hablan y cuchichean entre ellos cuando alguien como tú, se pregunta si sueñan.

La naturaleza tiene el poder de hacernos soñar… y divagar.
Y me ha gustado.

Un beso.

[xaime oroza carballo]

Hay una leyenda que dice que con una tisana hecha del rizoma de los helechos reales (osmunda regalis) se puede conocer el idioma de los árboles (sic). No la he probado. Tu poema me parece hermoso.
Gracias, compañero.
Unha aperta.

[Alejandro Costa]

¡Qué interesante tema y a la vez bello poema! La magia que desprende la comunión con la naturaleza en el diálogo con los árboles y el ocaso lo inunda todo de una gran ternura, como si fuera una vuelta al estado natural, limpio y sereno, de la vida en su esencia y su sentir. Mi aplauso, amigo Alejandro. Salud.

Infinitas gracias Julio.

Muy buen comentario me obsequias.

Un fuerte abrazo.

[Alejandro Costa]

Qué buena pregunta.
Si no sueñan ellos deberíamos poder inculcar cuentos en sus ramas. Así, a modo de sueños.
Cuentos nuevos o viejos. Te imaginas tantos sueños juntos?
Muy bonito el paseo. Nos has llevado de la mano.
Te felicito.
Un abrazo.

Gracias, mi encantadora Ana.

El comentario es como un cuento y me has llevado de paseo con tus palabras.

Suerte, cariño.

Un besazo.

[Alejandro Costa]

Precioso, Alejandro:

Logras transmitir una sensación maravillosa de comunión con la naturaleza. La magia de ese bosque encantado es infinita.

Enhorabuena
Aplausos
Un beso grande
Ana

Siempre me han llamado la atención los bosques y los árboles los he sentido como si formaran los versos de un poema.

En su silencio encuerran su belleza.

Gracias, Ana.

Un beso.

[Rafel Calle]

Arriba con este hermoso poema de Alejandro.