Crítica literaria de Los cuerpos se intuyen en la bruma, de Ana Muela Sopeña

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Rafel Calle
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Crítica literaria de Los cuerpos se intuyen en la bruma, de Ana Muela Sopeña

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LOS CUERPOS SE INTUYEN EN LA BRUMA, DE ANA MUELA SOPEÑA

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Ana Muela Sopeña, en "Los cuerpos se intuyen en la bruma" lleva a cabo una exploración lírica de la fragilidad humana frente al tiempo, la memoria y la melancolía. Con una estructura en prosa versicular y una carga simbólica intensa, la autora nos sumerge en un paisaje invernal donde el frío, la bruma y la lluvia funcionan como metáforas del vacío existencial y la incertidumbre.

Los cuerpos se intuyen en la bruma, no es prosa poética, sino que es un poema en prosa versicular; la prosa poética no es un poema, es otra cosa, mucho menos rítmica y mucho menos poética (valga la redundancia, para referirme al tratamiento, sobre todo, de los tropos) que un poema, sea cual sea la estructura de ese poema. Dejo al final de esta crítica literaria, la escansión de los versículos donde se puede ver claramente el ritmo que ha construido Ana —muy alejado de lo que sería una prosa aunque fuese poética—, gracias a la labor rítmico-sintáctica de la autora, muy emparentada con los versos.

Uno de los aspectos más destacados del poema es su riqueza sonora. El uso de palabras como temblor, tintinea, abismo, flotando, bruma... crea un ritmo sinuoso que imita la atmósfera nebulosa y evanescente que la autora evoca. La aliteración en versos como “Los párpados gigantes nos delatan con sus inmensos sueños de niebla y utopías” refuerza la musicalidad del texto, dotándolo de una cadencia hipnótica.

El poema está construido sobre una serie de imágenes sensoriales que sugieren un estado de ensoñación y pérdida. La bruma y la niebla funcionan como elementos recurrentes en la poesía de Ana, representando la incertidumbre y lo inasible. La lluvia y el frío refuerzan la sensación de aislamiento y soledad, mientras que el espejo de arena sugiere la fragilidad de la identidad y la memoria.

La presencia de lo inmaterial es constante: “lo invisible se filtra por las ventanas del ayer”, “hay visiones flotando en el ambiente”. La autora juega con la idea de la percepción y la intuición, dejando entrever la existencia de realidades ocultas que se revelan solo en ciertos momentos de vulnerabilidad.

La obra se mueve entre la desesperanza y un atisbo de revelación. Frases como “nada puede suplantar al vacío constante de un tiempo sin futuro” evidencian una visión pesimista del devenir humano, donde el tiempo se diluye y la posibilidad de construir algo sólido se desvanece. Sin embargo, el cierre del poema introduce una sutil esperanza: “Pero también los cuerpos se intuyen en la bruma y captan el fervor de la inocencia en las profundas horas del relámpago.”
Aquí, la idea de la intuición y el contacto con el otro se presentan como un último refugio frente al vacío. La imagen del relámpago, fugaz pero intensa, sugiere la existencia de momentos de claridad en medio de la confusión, donde la conexión humana y la pureza de la inocencia aún pueden encender la chispa de la existencia.

Los cuerpos se intuyen en la bruma es un poema de gran profundidad simbólica y estilística, que combina un lenguaje sensorialmente evocador con una reflexión sobre la transitoriedad de la vida y la lucha contra la disolución del ser. Su tono melancólico, pero a la vez esperanzador en su desenlace, lo convierte en una pieza que invita a la introspección y deja una huella en el lector.

Mi enhorabuena, doñá Ana Muela, junto a un fuerte abrazo.

ESCANSIÓN RÍTMICO-SINTÁCTICA DE LOS VERSÍCULOS
Cuánto dolor nombrado en el espejo de arena.
Temblor de árboles níveos.
La lluvia tintinea en los cristales.
Se hace de piedra el invierno
mientras lo invisible se filtra
por las ventanas del ayer.
Hay visiones flotando en el ambiente
que se cruzan sin miedo
con el abismo de los hombres.
Todo parece ser melancolía
en las inundaciones de los ojos.
Los párpados gigantes nos delatan
con sus inmensos sueños
de niebla y utopías.
A veces lo escondido
aparece de pronto,
sin las máscaras,
y todo vuelve a fluir.
El frío nos abraza sin inmutarse
y nada puede suplantar
al vacío constante
de un tiempo sin futuro...
Pero también los cuerpos
se intuyen en la bruma
y captan el fervor de la inocencia
en las profundas horas del relámpago.
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