Rodando

[Ventura Morón]

Era un día frío, despejado,
como si no dejara huecos para los secretos.

Las calles estaban mojadas.
Los operarios regaban las preguntas de ayer,
dejando a la gente sobre ellas,
atravesando la mañana
como marionetas tristes.

A las diez, dijimos.
Lo encontré a media calle.
Venía a hablar.

"Solo", me dijo.
Reímos los días antes de su tono grave:
"Necesito verte en privado".

Estaba delgado.
Parecía algo más mayor que de costumbre.
Hace ya casi veinte años
que nos conocimos.

Llegaron felices,
llenos aquellos días de proyectos y sueños.
Se puso a mi lado.
Habló rápido:
"Ella me ha dejado".

De todo, eso era lo menos esperado.
Lo miré despacio,
como el que mira el final de un libro.

Tragué saliva.
A sus ochenta y pico:
"Nadie puede creerlo", repetía.

Desayunamos.
Pidió lo que siempre pedía con ella.

Mientras hablaba,
lo vi deshacerse como humo en su silla,
titilando en ese aire temprano de invierno.

Demasiado mayor, quizás.
Demasiado joven en su corazón,
siempre tan vivo.

Lo apreté fuerte al romperse,
para contener los pedazos.
Ojos húmedos, lágrimas sin caer,
demasiado adentro.

Desde entonces, parece que el mundo esté más solo.
Vaga por el universo,
a estas alturas,
como una sombra que se apaga.

Arrastra su corazón,
que pende de un hilo demasiado fino.

Como una lata rota,
que no hiciera ruido
en las calles húmedas de la memoria.

*Cuánto lo siento...

[Concha Vidal]

Me llega hondo este poema de soledad y tristeza. Solo, dices, y fueron dos desayunando.
Qué suave lo dices y es tan profundo...
Abrazos mediterráneos.

[Hallie Hernández Alfaro]

.

Madre mía, qué buena creación. Se levanta el poema como un templo que nos atañe a todos; es porque la vida es cosa de todos, es un constante efecto mariposa. Logras en este trabajo una sedosa inmersión en la tragedia, una fluidez extraordinaria en el mensaje.

En pie para la gesta de aplausos, amigo del alma.

Besos y felicidad a montones.

[Alejandro Costa]

¡Qué soledad más triste!

¡Qué soledad tan bella!

Es un canto bellísimo, un poema que te lleva por los sentidos y que te llena de tristeza y a la vez de paz.

Me ha gustado.

Un abrazo.

[Pilar Morte]

Bellísimo poema de una tristeza compartida que llega al lector sin estridencias sino con suavidad y lírica ternura. Felicidades.
Un abrazo grande y salud

[Ramón Carballal]

Es un poema triste y doloroso por lo que la separación supone, mas si cabe después de compartir con otra persona toda una vida juntos. Esta escrito con coherencia y maestría. Mi felicitación y un abrazo.

[Ventura Morón]

Me llega hondo este poema de soledad y tristeza. Solo, dices, y fueron dos desayunando.
Qué suave lo dices y es tan profundo...
Abrazos mediterráneos.

Pues era un poema necesario querida Concha... El otro que desayunaba era realmente yo, asi fue ese día. Pocas veces vives algo que percibas que, de alguna manera, cambia tu perspectiva de la vida.
Besos siempre mediterráneos

[E. R. Aristy]

Era un día frío, despejado,
como si no dejara huecos para los secretos.

Las calles estaban mojadas.
Los operarios regaban las preguntas de ayer,
dejando a la gente sobre ellas,
atravesando la mañana
como marionetas tristes.

A las diez, dijimos.
Lo encontré a media calle.
Venía a hablar.

"Solo", me dijo.
Reímos los días antes de su tono grave:
"Necesito verte en privado".

Estaba delgado.
Parecía algo más mayor que de costumbre.
Hace ya casi veinte años
que nos conocimos.

Llegaron felices,
llenos aquellos días de proyectos y sueños.
Se puso a mi lado.
Habló rápido:
"Ella me ha dejado".

De todo, eso era lo menos esperado.
Lo miré despacio,
como el que mira el final de un libro.

Tragué saliva.
A sus ochenta y pico:
"Nadie puede creerlo", repetía.

Desayunamos.
Pidió lo que siempre pedía con ella.

Mientras hablaba,
lo vi deshacerse como humo en su silla,
titilando en ese aire temprano de invierno.

Demasiado mayor, quizás.
Demasiado joven en su corazón,
siempre tan vivo.

Lo apreté fuerte al romperse,
para contener los pedazos.
Ojos húmedos, lágrimas sin caer,
demasiado adentro.

Desde entonces, parece que el mundo esté más solo.
Vaga por el universo,
a estas alturas,
como una sombra que se apaga.

Arrastra su corazón,
que pende de un hilo demasiado fino.

Como una lata rota,
que no hiciera ruido
en las calles húmedas de la memoria.

*Cuánto lo siento...

Me gusta cómo se van presentando las cosas, logras un rodaje cercano y humano. Logras llevarnos por senderos sensoriales dentro de la memoria del narrador y la realidad remota de aquel hombre. Haces algo para mantener al anciano vivo aunque fue desvaneciendo y gastándose en el remoto hoy. Vas muy bien Ventura en tu perspicacia y genio creativo. Envuelves al lector en estos procesos sensoriales y por lo menos a mí me queda ese metálico traqueteo rodando en la memoria en cámara lenta como un cine mudo y el recuerdo del coche donde viajaron los novios ante la luna de miel. No hay desperdicio alguno en tu espléndido poema, Ventura. Abrazos

[Ricardo López Castro]

Era un día frío, despejado,
como si no dejara huecos para los secretos.

Las calles estaban mojadas.
Los operarios regaban las preguntas de ayer,
dejando a la gente sobre ellas,
atravesando la mañana
como marionetas tristes.

A las diez, dijimos.
Lo encontré a media calle.
Venía a hablar.

"Solo", me dijo.
Reímos los días antes de su tono grave:
"Necesito verte en privado".

Estaba delgado.
Parecía algo más mayor que de costumbre.
Hace ya casi veinte años
que nos conocimos.

Llegaron felices,
llenos aquellos días de proyectos y sueños.
Se puso a mi lado.
Habló rápido:
"Ella me ha dejado".

De todo, eso era lo menos esperado.
Lo miré despacio,
como el que mira el final de un libro.

Tragué saliva.
A sus ochenta y pico:
"Nadie puede creerlo", repetía.

Desayunamos.
Pidió lo que siempre pedía con ella.

Mientras hablaba,
lo vi deshacerse como humo en su silla,
titilando en ese aire temprano de invierno.

Demasiado mayor, quizás.
Demasiado joven en su corazón,
siempre tan vivo.

Lo apreté fuerte al romperse,
para contener los pedazos.
Ojos húmedos, lágrimas sin caer,
demasiado adentro.

Desde entonces, parece que el mundo esté más solo.
Vaga por el universo,
a estas alturas,
como una sombra que se apaga.

Arrastra su corazón,
que pende de un hilo demasiado fino.

Como una lata rota,
que no hiciera ruido
en las calles húmedas de la memoria.

*Cuánto lo siento...

Un poema magnífico en mi opinión.
De esos que te despeinan, y con un giro que me ha dejado helado.
Aquí no resulta banal ni un solo verso.
Muy buena dinámica descriptiva.
Mi más sincera felicitación.
Gracias miles por compartir, amigo Ventura.
Espero que todo vaya de fábula, lo mereces.
Abrazos y felicidad!

[Ventura Morón]

.

Madre mía, qué buena creación. Se levanta el poema como un templo que nos atañe a todos; es porque la vida es cosa de todos, es un constante efecto mariposa. Logras en este trabajo una sedosa inmersión en la tragedia, una fluidez extraordinaria en el mensaje.

En pie para la gesta de aplausos, amigo del alma.

Besos y felicidad a montones.

Gracias mi querida Hallie. Pocas veces algo merece tanto la pena de ser narrado. Un pequeño gesto para una tristeza que costó compartir. Gracias por tus bonitas palabras, beso gigante

[Ventura Morón]

¡Qué soledad más triste!

¡Qué soledad tan bella!

Es un canto bellísimo, un poema que te lleva por los sentidos y que te llena de tristeza y a la vez de paz.

Me ha gustado.

Un abrazo.

Gracias querido compañero. Si, hay algo de paz en ese sentimiento de abandono, cuando la esperanza ya se acaba y lo que queda es solo soltar, solo y nada menos.
Un fuerte abrazo

[Ventura Morón]

Bellísimo poema de una tristeza compartida que llega al lector sin estridencias sino con suavidad y lírica ternura. Felicidades.
Un abrazo grande y salud

Gracias querida Pilar, siempre por venir y estar. Es de verdad una alegría leerte

[Ventura Morón]

Es un poema triste y doloroso por lo que la separación supone, mas si cabe después de compartir con otra persona toda una vida juntos. Esta escrito con coherencia y maestría. Mi felicitación y un abrazo.

Muchas gracias Ramón, compañero, te agradezco mucho estar palabras que creeme me llevan de emoción. Un abrazo

[Ventura Morón]

Era un día frío, despejado,
como si no dejara huecos para los secretos.

Las calles estaban mojadas.
Los operarios regaban las preguntas de ayer,
dejando a la gente sobre ellas,
atravesando la mañana
como marionetas tristes.

A las diez, dijimos.
Lo encontré a media calle.
Venía a hablar.

"Solo", me dijo.
Reímos los días antes de su tono grave:
"Necesito verte en privado".

Estaba delgado.
Parecía algo más mayor que de costumbre.
Hace ya casi veinte años
que nos conocimos.

Llegaron felices,
llenos aquellos días de proyectos y sueños.
Se puso a mi lado.
Habló rápido:
"Ella me ha dejado".

De todo, eso era lo menos esperado.
Lo miré despacio,
como el que mira el final de un libro.

Tragué saliva.
A sus ochenta y pico:
"Nadie puede creerlo", repetía.

Desayunamos.
Pidió lo que siempre pedía con ella.

Mientras hablaba,
lo vi deshacerse como humo en su silla,
titilando en ese aire temprano de invierno.

Demasiado mayor, quizás.
Demasiado joven en su corazón,
siempre tan vivo.

Lo apreté fuerte al romperse,
para contener los pedazos.
Ojos húmedos, lágrimas sin caer,
demasiado adentro.

Desde entonces, parece que el mundo esté más solo.
Vaga por el universo,
a estas alturas,
como una sombra que se apaga.

Arrastra su corazón,
que pende de un hilo demasiado fino.

Como una lata rota,
que no hiciera ruido
en las calles húmedas de la memoria.

*Cuánto lo siento...

Me gusta cómo se van presentando las cosas, logras un rodaje cercano y humano. Logras llevarnos por senderos sensoriales dentro de la memoria del narrador y la realidad remota de aquel hombre. Haces algo para mantener al anciano vivo aunque fue desvaneciendo y gastándose en el remoto hoy. Vas muy bien Ventura en tu perspicacia y genio creativo. Envuelves al lector en estos procesos sensoriales y por lo menos a mí me queda ese metálico traqueteo rodando en la memoria en cámara lenta como un cine mudo y el recuerdo del coche donde viajaron los novios ante la luna de miel. No hay desperdicio alguno en tu espléndido poema, Ventura. Abrazos

Me encanta quería amiga que me acompañes, aunque sea a trompicones como vengo, me hace crecer que estés
Un gran abrazo

[Marisa Peral]

Era un día frío, despejado,
como si no dejara huecos para los secretos.

——

Arrastra su corazón,
que pende de un hilo demasiado fino.

Como una lata rota,
que no hiciera ruido
en las calles húmedas de la memoria.

*Cuánto lo siento...

Si yo hubiera tenido que contar algo así, también te habría escogido a ti.

Arriba este poema excelente con mi felicitación y abrazo enorme, Ventura.