
con cien legiones mudas,
como todas las guerras y todos los conflictos,
como poeta sólo el arquetipo de fronteras y límites,
porque un niño persigue sus metas alegóricas,
esa desfachatez de simios y de lógicos
experimentos, fallos, aciertos, recompensas,
castigos.
Porque todos tenemos tiempo para llorar,
cancelar la reserva del hotel,
entre hadas y leños, hachas de nuestro tiempo,
sin raíces ni esperas, sueños en esa infancia
que solo se repiten en la noche,
cuánto pequeño espacio en la mazmorra
que cauteriza líquidos que se calzan de agua.
Katiuskas o tormenta, corazón, la primera quimera
que se esvanece antes del...
Dime tú lo que es, lo que cuesta dejarlo,
y lo fácil que es volver por los antiguos fueros,
con el mismo semblante de cariacontecido,
apagarse, con ojos de por vida,
sin magia y sin euforia.
No reincide la lluvia, se arma el cielo,
mientras el sentimiento se congela,
vuelven a disfrazarse los que conocen todo lo que no son.
Una poesía, un viento intempestivo,
un sollozo que no se escucha en mis oídos,
afligida rutina de buscar alimentos en la basura,
mito del primer beso, de mi primer desprecio.
¿Latidos de mentira?
No sé, pero parece que no haya aprendido
del libro de mi historia, de ninguna mirada.
Hay sitio para todas las ruinas,
eso es trágico,
¿Cuántos se han ido ya, por leyes naturales?
El efecto rebote, claro y displicente.
Delirios: Antes o después.
El resto es equilibrio, aunque no forme parte
de vuestra cuerda floja.
Saber mucho no indica cuánto hay que saber.
¿Qué ayuda o asusta?
Cierro la puerta y todas las ventanas,
pero nunca he tapado mis espejos.
¿Por qué no se merece una oportunidad el fuego de mi piel?
¿A pesar de abrazarme?
Dejo a un lado metáforas e inventos.
Y el poema me miente sin reparos.