I
Asomarse al número dos,
vivir en su poder azul,
en las granizadas del espejismo
cuando la noche muerde
y el corazón supera
los cuerpos inundados.
II
Mudo la piel en la inmersión
de la roca firme,
extrañamente suave,
bajo mis pies sedientos de arena.
El sol alardea de penumbra
si nacen libélulas en Montserrat.
III
El camino expía la locura de aquel destino,
borra penas y anorexias,
distrae la voz oculta
en el hechizo del aire.
IV
Asomarse al número dos,
inferir logias de sangre unida,
cohabitar el hecho amado,
arriesgar los labios
y nunca perder el beso.
