
en aquella raíz sepultada en el hombre,
labrada en desventuras y emboscadas,
la primavera, rumian los árboles antiguos,
antes de presenciar ninguna otra estación,
se quedó en mi retina el crecimiento
medido por oxígeno y bañado en la atmósfera,
mientras esta mirada se tornaba más áspera
y más leve que un rayo de sol sobre la sombra,
susurros desde el musgo,
seres inanimados naciendo de la tierra,
carne desconocida y descosida,
libre de cicatrices,
puedo sentir aún el alcance y la eterna oscuridad
del renuevo,
así se le designa, manando a borbotones,
brotando alternamente, y fluyendo continuo,
quizá por sed de aire,
pertrechado con sangre, humana,
el máximo exponente de la reencarnación,
reinando su silueta húmeda y clandestina todavía
por encima de todas las visiones,
como si de un milagro se tratase,
la única ocasión en que la realidad
pende de la ficción.
"Eso es el árbol de la vida."