¿...cambiarías dinero y amigos, fama, sexo y poder,
por tocar con tus dedos los ojos de un ciego y que viera?
¿soportarías una marcha inacabable y solitaria a través del desierto,
acosado por el calor y el frío, el polvo y las serpientes, y que a punto de morir
de cansancio, de soledad y miedo, susurrara tu boca “no, no, renuncio a una gota de agua...”?
¿... y qué darías de ti por crear una flor con tu vida y arrancar un fuego
de una brizna de hierba, qué darías? ¿en qué ámbito, en qué lugar del pecho darías cobijo
a tal sueño,
a tal fe?
...porque alguna, alguna vez intuyes tu ser pisoteado y transgredido,
y también dañados u abrogados sus poderes: cual si te devoraran el hígado los cuervos
y a un tiempo te salieran al encuentro vampiros por las venas,
- y alguna otra, confiésalo-
además de llorar y gemir internamente, con todas tus ansias habrías deseado tirar y romper
las argollas del mundo,
las cuales no son sino íntimos hierros con que poco a poco tú mismo has hendido y atado a ellos
la luz y la alegría;
¡...quién se decidirá primero!... pues allí, justo en ese par de instantes,
habría dado comienzo la liberación y gloria de tu alma;
amiga o amigo, no me odies por decírtelo.
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Antonio Justel/Orión de Panthoseas
https://oriondepanthoseas.com
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