Prisionera e invasora

[Francisco Lobo]

En aquel bar,
como los alcatraces en los nublos.
Así tú entraste en mí,
invasora, en aquella hora íntima
(quizás sería alguna de la alta madrugada)
manchada de cubatas
que convertía sombras en silencios
para la copa última,
y en deseo de ir en busca de otra barra.
No las oscuras calles,
cogidos de la mano y sin destino,
sino el furtivo beso conoció de nosotros
una posible historia apenas iniciada,
la lentitud de pasos
que empezaban a unirse en uno solo.
Aquel jardín perdido
bajo un sauce llorón serenamente cómplice
de una ciudad dormida, su encubierta desidia,
fue el refugio de dos cuerpos ardientes,
el mío sobre el tuyo, en ti clavado
como un injerto se une a la corteza abierta,
que apaciguó las ansias y el deseo.
Te vi partir cuando los adoquines
de las húmedas calles se teñían de luces
como los amarillos del otoño,
inédita, sin nombre,
más allá de la noche
y los primeros semáforos vivos,
y de los jardineros que regaban,
y de los pájaros en vuelo lento,
del instante de un pecho sin latido
del que te separabas.
Dejaste de ser cuerpo, solo sombra de un sueño,
fragancia de jazmín de cuando tus quince años,
prisionera en la cárcel de mi mente.
Cuando me sangras por adentro, se oye
como un eco en el tiempo
y un temblor silencioso de cadenas.

[Marisa Peral]

Desde el título atrapan estos recuerdos de los primigenios escarceos adolescentes y clandestinos, que suelen ser los que persisten anclados al disco duro de nuestra memoria.
Buen poema, Paco, un placer pasar por tus letras.

Felicidades y un abrazo.

[E. R. Aristy]

En aquel bar,
como los alcatraces en los nublos.
Así tú entraste en mí,
invasora, en aquella hora íntima
(quizás sería alguna de la alta madrugada)
manchada de cubatas
que convertía sombras en silencios
para la copa última,
y en deseo de ir en busca de otra barra.
No las oscuras calles,
cogidos de la mano y sin destino,
sino el furtivo beso conoció de nosotros
una posible historia apenas iniciada,
la lentitud de pasos
que empezaban a unirse en uno solo.
Aquel jardín perdido
bajo un sauce llorón serenamente cómplice
de una ciudad dormida, su encubierta desidia,
fue el refugio de dos cuerpos ardientes,
el mío sobre el tuyo, en ti clavado
como un injerto se une a la corteza abierta,
que apaciguó las ansias y el deseo.
Te vi partir cuando los adoquines
de las húmedas calles se teñían de luces
como los amarillos del otoño,
inédita, sin nombre,
más allá de la noche
y los primeros semáforos vivos,
y de los jardineros que regaban,
y de los pájaros en vuelo lento,
del instante de un pecho sin latido
del que te separabas.
Dejaste de ser cuerpo, solo sombra de un sueño,
fragancia de jazmín de cuando tus quince años,
prisionera en la cárcel de mi mente.
Cuando me sangras por adentro, se oye
como un eco en el tiempo
y un temblor silencioso de cadenas.

Un poema excelso. Tu dominio de la palabra obedece a una intencionalidad bien forjada, a un buen hacer indiscutible. Consigues el mareo, el hechizo de la imaginación, nos llevas de la mano por ese amanecer en cámara lenta, ahumado, que se va descubriendo doloroso como un sol que pasará mientras se duerme anestesiado. Mi admiración y respeto, Francisco!

[Alejandro Costa]

Eres bueno, poeta.

Este poema imparte clases sobre los recuerdos.

Tienes una gran manera de construir versos. Son muy sentidos, reales y te hacen adentrarte suavemente en la historia que encierran.

Me gusta mucho leerte porque sabes que no defraudas y porque tienes un exquisito versar.

Esta es una buena muestra de ello.

Un abrazo, compañero.

Salud, paz y felicidad.

[Antonio Justel]

... todo un acento poético alto de recuerdo y hondo en su verdad, poeta, poeta ...; la transcripción es muy buena, estimado, muy buena...; un abrazo fuerte, Paco... Venga ... a. justel/Orión

[Pilar Morte]

Qué buen poema de recuerdos imborrables. Es una delicia leerlos. Me ha encantado leerte.
Un abrazo grande y salud

[Ana Muela Sopeña]

Recuerdos maravillosos en tu nostálgico poema, Paco:

Es una preciosidad.

Felicitaciones
Un abrazo
Ana

[Óscar Distéfano]

Un poema descarnado que exhuma sentimientos de la gloriosa incipiente hombría. La emoción que transmite nos contagia, pues se trata de vivencias genuinas que nos atañen a los seres humanos en general.
Tu poesía me devuelve la fe.

Un abrazo fuerte.
Óscar

[Ana García]

Me ha encantado este recuerdo, invasor y prisionero, de un momento que quizás hemos podido vivir de parecida forma. Pero escribirlo igual ya es otro cantar.
Escribes muy bien.
Te felicito.
Salud.