una fuente y la guitarra,
corriendo van por el polvo,
todos cantan, canta y canta
aquello que más les gusta
y que tanto al cielo encanta,
aunque chirríe ese carro
que buen arreglo le falta,
a pesar que el día es triste
y la mañana se enfada,
y más si escribe este cielo
y tanta tristeza espanta.
¿Qué queda para llegar?
que, hasta la voz se me cansa.
Solo la pradera verde,
esa a la que el sol abrasa
y que espera tan tranquila
tras esas míseras zanjas,
pues aquello que no ves
está repleto de vacas
de riquezas y buen vino
de rica gente y de caza.
Pues habrá que llegar pronto
que me chilla hasta la panza,
que tanta tierra corrida
no vale ni una mudanza
si no se llena el estómago
de buen chorizo y de hogaza,
buena ensalada con vino
y hasta de una rica tarta.
Corramos, démonos prisa,
tanta hambre tengo y no tarda
cuando te avisa la boca,
huele a comida de paya,
así que hay que llegar pronto,
nos quedamos sin patatas,
corre, ya casi llegamos.
Huele a rosas y papaya,
como huerta pura y fresca,
plato caliente en posada,
al abrigo de un buen fuego,
y a soñar con la almohada,
mañana seguir la tierra
que nos lleve hasta la casa.
Tras la cena, luna luce,
mientras los ojos descansan,
el rocío despierta al cielo,
no hay cansancio en madrugada,
los carros ruedan de nuevo,
con la cara iluminada,
el camino de retorno,
y cantan, cantan y cantan.
Corriendo van por la vega
tres, cuatro o cinco carretas,
repletas de gitanillos
que llevan miseria a cuestas,
corriendo van por el polvo,
y cantan, cantan y cantan,
aunque chirríen esos carros,
que buen arreglo les falta.
Una guitarra y un redoble,
el gitano llega a casa,
entre palmas y fandangos,
y canta, cantan y canta.